El botón del artesano

El pasmo del ignorante, la gracia del estilo, la sencillez de los giros y el asombro del arte, estuvieron conmigo ayer en casa del artesano, complaciendo el esperado encuentro y largo anhelo de contemplar el milagro creativo de la filigrana salmantina en manos del amigo, que con generosa bondad fue mostrándome, paso a paso, el alumbramiento del emblema universal de nuestra charrería.

Fundir el metal como primer peldaño de ascenso a la obra de arte, para que la ductilidad de la plata permitiera hacer muelles espirales de diferentes formas y aplicaciones, con el fin de dar forma a los componentes que vitalizarían el botón charro, encargado de cerrar los siete chalecos que llevamos encima los salmantinos.

Fundente para aglutinar pequeñas esferas plateadas obedientes al silbo del soplete sobre la tabla de pino previamente quemada en superficie, definieron con su presencia en la obra de arte la singularidad de la muestra, cuando el artesano les dio un espacio merecido sobre las rosetas y los perfiles esféricos que sustentaban la base del prodigio artesanal, que cobró vida en la manos de Luis Méndez.

Adornan el arte de tan excepcional artesano salmantino, el delicado tacto con que maneja las pinzas para doblar hilos de plata sometidos por su voluntad a caprichosas formas, sin dar opción al metal de sublevarse a la pericia del artista, que con sonrisa permanente fue dando vida a la filigrana charra que adorna ojales, cajas, corbatas, monederos, anillos, pendientes, collares y capas negras entre encinares.