Expulsamos a los salmantinos y así recortamos servicios

Estos días se ha hablado en Salamanca de envejecimiento de la población, referido a la raya fronteriza. Pero como casi siempre no ha sido el poder, los que gobiernan. En realidad apenas hablan de población salvo que se les obligue, incluso a los salmantinos parece que tampoco les importa mucho. Es como si fuera una táctica para obviar el problema, aunque a lo mejor para muchos es que simplemente este no existe. O quizás por lo sonrojante que resulta. En honor a la verdad hay que reconocer que el PSOE sí reconoce que tenemos un problema serio desde hace años, y plantea cosas.

Según los Censos de población y sus revisiones, en 1950 la provincia alcanza su cima demográfica, 411.963 habitantes. En 1981, el dato más próximo al cambio de régimen político y al nuevo poder local, ya estábamos en 364.305. No se debe olvidar que entre el dato anterior y este se produce la mayor explosión demográfica de la historia del país. Un año antes de llegar Aznar a la Junta de Castilla y León, en 1986 éramos menos otra vez, 359.285. Y a pesar de milagros económicos que no han parecido muy permanentes, llegamos a 342.459 en la última Revisión del Padrón (1 de enero de 2014).

Con esos datos es comprensible que la Junta recorte la plantilla del Hospital. De hecho ya que estamos sumidos en un capitalismo cada vez más salvaje y puro del siglo XIX, reducir servicios públicos al existir cada vez menos "clientes" es lógico. Ya se ha mutilado la Atención Primaria en el mundo rural. Cuando se va la gente quedan los viejos, son los jóvenes los que marchan para construir el futuro en otra parte. Bueno, en realidad les echamos. Para el poder los que se quedan cada vez necesitan menos servicios públicos, si encima casi ni siquiera tienen forma de llegar al Hospital en la capital. Claro que los expertos dicen que los mayores demandan más sanidad; pues mejor que se busquen la vida, como ayudar a que el negocio privado gane terreno aunque no puedan pagarlo, como los de la hepatitis..

Y a pesar de esta peculiar forma salmantina de combatir el paro, expulsar de la provincia a cuantos más mejor, algo que se lleva haciendo durante los últimos 65 años, tenemos muchos parados, casi 34.000, con lo que cada vez son menos los que sostienen el sistema. Y hay que ver la cantidad de proyectos de progreso y desarrollo que hemos tenido: embalses, alguna fábrica, esquí, minas, autovías, Aves (¡ah!, estos no han aterrizado todavía, cualquiera lo diría con el tiempo que llevan en boca de muchos políticos), y otros, reales o imaginarias, que siempre nos van a salvar. Por supuesto dentro de la más clara ortodoxia del capitalismo triunfante, es la iniciativa privada (a la que siempre le cae alguna subvención pública, claro) la que cura todos nuestros males. Aunque a veces aparece algún ecologista impertinente para oponerse al progreso, y hay que ver lo bien que lo intentan que todo se termina... haciendo.

Como todo está bien no necesitamos una estrategia territorial que recomponga las desigualdades entre los territorios. Desde luego Estatal en absoluto, y a la Junta le vale con amagar. Y qué decir de planificar el desarrollo, esos planes que de vez en cuando elabora la Junta y luego olvida. Así no tiene problemas en eliminar servicios públicos en unas provincias y aumentarlos en otras donde, ¡vaya!, también se pierde población. ¡Pero si resulta que la capital también pierde habitantes!, no hay que preocuparse, le cambiamos el nombre a un puente y ya está todo resuelto.