Salamanca: cerrada por obras

El recién llegado ve en su deambular por las calles salmantinas muchas obras, muchos lugares cerrados. Se pregunta la razón de tantas obras. Y piensa:

La mayoría de los partidos políticos se dejan arrastrar por la ingenua tentación de llenar los pueblos y ciudades de obras, para finalizarlas poco antes de las elecciones municipales. Está claro que su idea sobre el ciudadano medio es muy simple: si el votante ve cómo el partido que preside el ayuntamiento muestra una frenética actividad en esas últimas semanas, se quedará con la imagen de un partido volcado en lo público, que parece buscar el bienestar de sus ciudadanos y tenderá a votarle.

El Partido Popular no es, ni mucho menos, excepción a esta maniobra captadora de votos. Salamanca está en estos momentos simbólicamente cerrada por obras: casi fácticamente. Están cerrados por obras parques, el mercado central, puentes, carriles bicis, muchas calles que están reparando un alcantarillado o un par de adoquines o cuatro metros de su acera. Aún en las mentes de un porcentaje nada desdeñable de ciudadanos "cualquier reparación, cualquier obra, es buena para la ciudad, para los salmantinos". Estos ciudadanos no llegan nunca a preguntarse si esa obra (por ejemplo arreglar la fachada trasera que nadie ve, de un museo) es útil para alguien, o si esos bancos nuevos instalados en algunas calles céntricas que han estado en obras largos meses, van a servir alguna vez a alguien para sentarse (pues su imagen y su piedra es tan fría que recuerda las camillas de un hospital o a algunas tumbas de cementerios).

El recién llegado concluye que en esta ciudad de cultura y saberes a veces da la impresión de que se ha perdido el sentido común: las iglesias están cerradas excepto para los turistas (no están abiertas para los fieles), el mercado central se cierra y nadie sabe dónde se puede seguir comprando pescado o verduras; el único parque en muchas leguas a la redonda se clausura, para los niños, los padres, las palomas o los patos del estanque. Se quiere iluminar más (como le ha comentado un vecino) los restos de la antigua muralla mientras se hace un recorte ( otro más) en el personal sanitario del Hospital clínico.

Menos mal que algunos pocos líderes o autoridades encuentran y utilizan el sentido común perdido. El Papa Francisco dijo hace unos días refiriéndose a los atentados contra los humoristas de Charlie-Hebdo, que "si alguien insulta a nuestra madre, corre el riesgo de llevarse un puñetazo". Ha utilizado el sentido común y numerosa población europea se escandaliza. Pues hace mucho que, también en este viejo continente, se perdió el necesario sentido común.