Noche mágica

La Noche de Reyes es la de más nervios de del año, los niños, y no tan niños, se acuestan con la ilusión de que el día amanezca con aquello que desean, con las ganas de que alguna de sus majestades haya acertado y le haga sentir especial, porque sabía exactamente que es lo que quería, aunque no hubiera sido muy habilidoso explicándose en la carta.

Bajo el árbol, junto a los zapatos, en casa de los abuelos, de los tíos, hay muchos sitios donde encontrar el detalle deseado, sin darnos cuenta la noche ha estado llena de magia y de magia se llena el día, la noche en la que los pajes de los Reyes, que se cuentan por millones por todo el mundo, colaboran para que la mañana esté llena de madrugones con caras de sorpresas, y de sonrisas llenando de magia el día, la sonrisa del que recibe y del que le mira mientras abre el regalo.

En la tarde de hoy SS.MM. recorren la calle de la ciudad entre el vocerío de pequeños y mayores, algún que otro padre se vuelve a casa con dolor de espaldas por haberle ofrecido con gusto el mejor de los palcos a su pequeño para ver a su Rey preferido, y después con los bolsillos llenos de caramelos (algunos más que otros) vuelta a casa a ir preparándose para conciliar un sueño que tarda más de lo normal en aparecer.

En cada casa se les recibe de una manera, en la mía le dejamos un vaso de leche para cada Rey, unas galletas y agua para los camellos, y en la terraza dejamos un farolillo encendido para que no pasen de largo, todo un ritual que forma parte de la historia de cada uno de nosotros, de una historia de ilusión y de magia, que sigue viva año tras año.

A partir de mañana los pequeños ya no serán vigilados por los Reyes, se tendrán que portar bien porque sí, las tiendas cuelgan sus carteles de rebajas, se llenan de ofertas y cambios, la magia se desvanece, aunque en unos meses, antes de que queramos darnos cuenta volverá a suceder, porque cada año necesitamos al menos una noche de magia.