La vuelta a la política

Hay gente, entre nosotros, que no ha votado desde la restauración democrática, hace cerca de 40 años.

Algunos son los mismos que se quejaban que no podían hacerlo durante la dictadura: no sería tanto su interés, entonces, en resolver los asuntos públicos.

El fenómeno no ha sido exclusivo de nuestro país. En otras naciones europeas, tras años de descenso en la participación electoral, se observa ahora un renacimiento de la discusión política, de la intervención en marchas, asambleas, debates y otras formas de participación ciudadana.

Probablemente, lo que nos ha sacado de la modorra sea la crisis económica. Al parecer, llegamos a la conclusión de que si no tomamos en nuestras manos nuestros propios asuntos iremos cada vez a peor.

Antes de la primavera árabe, tuvo lugar entre nosotros lo que se denominó la Spanish revolution ?con movidas, asambleas y debates en casi todas las ciudades de España?, que parecía haber perdido fuelle. Ya, ya. De los polvos de entones ha surgido imparable el fenómeno Podemos, que ha cambiado radicalmente las reglas del juego político español.

Pero decía que el fenómeno no es exclusivo de nuestro país. Ahí tenemos, si no, la abrumadora extrema izquierda griega de Syriza, mientras por el otro lado crecen los fascistas de Amanecer Dorado, en una reedición por suerte aún no mortífera de la guerra civil que asoló al país hace 70 años. También habría que observar lo que sucede en Hungría, Francia, Holanda,?

Es como si no hubiésemos aprendido nada de la Historia. En vez de volver a la política como escenario pacífico de convivencia, parecemos empeñados en revivir pasados enfrentamientos que, en vez de arreglar los problemas, nos condujeron a una tragedia colectiva. Ojalá no sea cierto en absoluto.