Violencia por imitación

Cuatro días después del asesinato de un seguidor del Deportivo de La Coruña se habrá dicho casi todo sobre la sinrazón de por qué dos grupos, que no aficiones, de equipos de fútbol, quedan a primera hora de la mañana de un domingo a través de las redes sociales para matarse, literalmente, en un duelo sin honor.

Pero igual que me resulta imposible comprender qué le puede pasar por la cabeza a un maltratador, a un terrorista o a un pervertido sexual para cometer esas atrocidades, no puedo siquiera imaginar lo que mueve a jóvenes y a padres de familia a retarse a muerte con desconocidos con la excusa de defender no sé el qué.

Que el deporte es política ya lo sabíamos. Que algunos presidentes de clubes amparan a estos violentos con viajes y regalos de entradas, también. Ahora, además, sabemos que la policía conoce y tiene fichados a la mayoría pero no puede hacer nada si los clubes no actúan primero, y que muchos de estos animales forman parte hasta de dos grupos violentos de dos equipos distintos precisamente porque no les mueve el deporte, sino la ideología más radical y violenta.

Es muy triste que sólo reaccionemos ante las tragedias. Ocurre con los muertos en carretera, con las víctimas de violencia doméstica y ahora lo intentaremos también con la violencia en el deporte. Desde hace tiempo se vaticinaba que podía ocurrir en cualquier campo de Provincial, Regional o Aficionados, entre aficionados o con algún árbitro, pero ha tenido que ocurrir antes de un partido de Primera División para que ahora todos los estamentos del fútbol se rasguen las vestiduras.

Hemos vuelto a llegar tarde todos: los periodistas por las rivalidades estúpidas y las crónicas bélicas de los encuentros; los clubes por tener miedo y proteger a los violentos; los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad por no haber sabido interpretar y adelantarse a lo que podía ocurrir; los estamentos del fútbol, Federación y Liga, por no suspender el partido o la jornada; los aficionados por descargar nuestra ira contra lo que sea sin pensar en las consecuencias; los presidentes de los clubes implicados por no condenar enérgicamente lo ocurrido y anunciar la expulsión inmediata de esos energúmenos?

Y ahora, ¿qué? Pues aunque se clausuren estadios, se suspendan partidos y se impida la entrada a los campos de estos indeseables, a pesar de todo, seguiremos fallando porque todo está en la educación, en el deporte base, en esos padres que en lugar de animar fomentan la rivalidad, critican al árbitro, presionan al entrenador, discuten con otros padres y, en definitiva, son el peor caldo de cultivo para lo que serán los niños mañana.

La Primera División es el espejo en que se fijan los pequeños, donde están sus ídolos y sus sueños deportivos, pero también donde se pone en práctica la violencia sin sentido a pesar de que siempre nos habían enseñado que era un juego en el que lo importante era participar.

Como en este anuncio, los niños ven lo que hacen los mayores y actúan por imitación? Así de simple, así de duro, así de real: educación contra la violencia.