IMS

Instituto de Misioneras Seculares. Son mis vecinas desde hace más de sesenta años. En su capilla ayudé a misa por primera vez siendo un niño, con sotanilla roja incluida. El sacerdote celebrante era un gran hombre y sacerdote eminente, Manuel Francisco Sánchez.

El hecho es que antes de ayer celebraron el 75 aniversario de la fundación de la comunidad en Salamanca, de la mano de D. Rufino y allí siguen ininterrumpidamente, mimetizadas con el barrio del Rollo y con la ciudad de Salamanca. Cuando mis padres, después de mucho esfuerzo, pudieron comprar la que ahora es mi casa, recuerdo que hicimos una asamblea familiar para ver si elegían el tercero o el quinto; ellos querían el tercero, más prácticos, pensando en que pronto se harían mayores y no es lo mismo subir andando ?se comprobó que el ascensor fallaba a menudo- hasta el tercero que dos plantas más arriba; pero en una anticipación de la actual dictadura de los pequeños, se impuso el criterio de los niños, mis padres cedieron y adquirieron el quinto.

Desde esa altura se domina todo el valle del río Tormes y, en los días claros, destaca la silueta de toda la Cordillera Central. Y es que de modo inconsciente, los niños y adolescentes de la familia intuimos que la presencia de la Casa de Ejercicios de las Misioneras del IMS nos aseguraba que la burbuja inmobiliaria que se estaba imponiendo no nos levantaría un mazacote que nos secuestrase tan magnífica vista. Acertamos, aunque a mi pobre madre, ya mayor, le tocó subir a pie unas cuantas veces.

Esta pequeña anécdota me orienta para valorar la importancia de las misioneras del IMS en el barrio del Rollo, en la ciudad de Salamanca y en la Iglesia española y universal. Nunca pretendieron edificar un altísimo y ostentoso edificio sino que se fundieron en presencia apostólica con los ambientes en los que se jugaba la vida de la gente. Algunas de ellas animaban la parroquia con servicios fieles y sencillos, otras peregrinaban por el mundo rural, sembrando la Doctrina Social de la Iglesia en la estructura siempre deficiente del campo charro y poniendo las bases de la actual Caritas diocesana, que es un referente en toda la Iglesia española; empezaron a militar en los partidos políticos clandestinos que preparaban paso a paso la democracia, esa que tan en crisis está por culpa de la corrupción, o sea, de la pérdida de los valores evangélicos, morales, ciudadanos y políticos que las misioneras contagiaban con su compromiso constante, consciente, convenientemente discernido y fiel; varias eligieron el campo de la enseñanza, tan importante en nuestra provincia, en todos los ambientes, urbano y rural, escuela pública y concertada, Infantil, Primaria, Bachillerato y Universidad; calmaron el hambre de saber y de cultura popular con la editorial PPC y la librería de la Plaza de las Agustinas. Y tuvieron fuerza para ir al Tercer Mundo.

No hicieron como otros movimientos eclesiales, que han tenido la preocupación -¿tentación?- de perpetuarse a sí mismos, sino que se diluyeron en las estructuras de la Iglesia y de la sociedad, anticipándose al espíritu del Concilio Vaticano II y apostando claramente por la eclesiología de éste, una vez concluido. No sé si está en sus estatutos, pero para ellas "la coordinación" -el espíritu diocesano, eclesial, huyendo de capillismos e individualismos, tan asfixiantes años después y hoy en día- es una "vocación añadida". Sería una pena que tantas mujeres jóvenes que actualmente se están tomando en serio su compromiso en la Iglesia despreciaran el filón de este carisma. En fin, tal vez las crisis que padecemos les ayuden a discernir bien su camino.

No quiero dar nombres porque seguro que me olvidaría de muchas de ellas, así que ¡Felicidades a todas y cada una de las misioneras del IMS por su setenta y cinco aniversario! Y un recuerdo entrañable y una oración para las difuntas.