La incursión

En otros asuntos, por cambiar de tema, se va a ir el que relata cosas de su ciudad, la Salamanca de las doradas piedras y bellos atardeceres. Y es que me pregunto que a qué juega esta señora de allende los mares, esa juez argentina, cuyo nombre no recuerdo o del cual no quiero acordarme, que reclama a la Interpol que detenga a varios ex ministros españoles acusándoles de crímenes durante el franquismo; hechos acaecidos hace cuarenta años, cuando uno, el que suscribe, tenía una buena mata de pelo y la barba no era cana, cercana al negro y espesa. Quizás sea por emular al señor Garzón que se fue a su tierra, allá por la Pampa, a imputar a otros militares de otro país. Cada uno en su casa y Dios en la de todos, señora, y con viento fresco. Al menos es sincera al manifestar que no conoce nuestra Constitución.

Hablando de la Constitución, por encadenar 'deslavazadamente' este artículo, uno, yo mismo, lego en estos asuntos, opina que hay que reformarla, retocarla o como queramos llamarla, para abordar con seriedad asuntos de vital importancia para todos los ciudadanos, para Cataluña también, que es una parte indivisible de nuestro territorio. Hay cuestiones como la sucesión a la jefatura del Estado, la coexión territorial, el problema catalán y una reforma en profundidad del Senado, tan inútil y tan vacío de contenido. Y es ésta una cuestión transcendente que no debe, en modo alguno, levantar los miedos en nuestros políticos. Es tan simple como adaptarse a los tiempos.

Y esto para acabar siempre en Salamanca. Me convertiré en antipático y más de un estudiante me cogerá manía, pero hay que decir las cosas como se piensan y en ocasiones hacerse eco del sentir de la calle. Beber en la vía pública y cerrar una calle entera durante unas horas porque los jóvenes celebren una fiesta, no sólo debiera sino que está prohibido y los vecinos no tienen por qué soportarlo. Habrá que ir pensando en crear un 'botellódromo' en algún lugar de la ciudad, que la jarana parece ser más importante que la convivencia vecinal y los libros. Y que paguen los gastos de policía, servicios de limpieza y demás minucias, incluidos los destrozos.