Salamanca en construcción

Las quejas y protestas airadas de algunos salmantinos por las obras de peatonalización y mejora urbana que se están haciendo en el centro de la ciudad, permite decir que Salamanca no sería la que ahora es si tales vecinos hubieran sido los charros que propiciaron la monumental belleza singular ofrecida por la villa a los vecinos y visitantes que pasean por sus calles, adornadas con caprichosas formas esculpidas por canteros a golpes de cincel sobre la piedra dorada, colaborando la tolerancia de los salmantinos al plateresco provocador de tanta admiración en los forasteros que detienen su mirada en las fachadas.

Para tener lo que tenemos, los habitantes de la villa tuvieron que soportar inconvenientes propios de todo cambio y reforma, sorteando grandes bloques de piedra dorada acumulados en las calles procedente de las canteras que aún se conservan a una legua de la ciudad y dar rodeos para ir de un sitio a otro con molestias para todos, especialmente para quienes se desplazaban obligatoriamente por las calles, como sucedía con las aguadoras al distribuir el agua por las casas en grandes tinajas acarreadas por caballerías, pues eran pocos los salmantinos que disponían de un pozo en casa para su abastecimiento.

El continuo ir y venir de carretas portando materiales, junto con los escombros abandonados en las calles y las frecuentes lluvias otoñales, ensuciaban las plazas y calles empedradas formando charcos y espesos lodos que embarraban los chapines empleados por las mujeres para evitar los fangos.

También circulaban con dificultad entre cascotes, los cordeleros, caldereros, afiladores, herreros y otros artesanos, a quienes se unían vendedores ambulantes, charlatanes ocasionales, recaderos oportunistas, afanados maleteros y veloces mensajeros, que se dedicaban a tales menesteres cobrando voluntariosos maravedíes por ello.

Pero todos los habitantes eran comprensivos con las molestias ocasionadas por las reformas urbanas, traducidas en suciedad, obstáculos y ruidos, como el repiqueteo continuo de los canteros sobre la piedra para arrancarle la inestimable belleza que aún conserva esta ciudad-museo, Patrimonio de la Humanidad, madre cultural, eterna soñadora, sabia universitaria, alegre, juvenil y monumental.