¿Ahora que va a pasar, me sigo haciendo el remolón, pago la multa si es que la recibo o no vuelvo más a su melancólico país?
Tengo a bien dirigirme a Ustedes como administradores del vecino pueblo portugués, con el poder otorgado en unas legítimas e intachables, desde el punto de vista democrático, elecciones generales, cuyo resultado, supongo, les dejaría más satisfechos que a sus rivales políticos.
Verán: soy uno de esos muchos españolitos que tiene por costumbre, vicio más bien, viajar hasta su tierra, hasta su mar. No voy a descifrar aquí todas las excelencias que nos brinda su país, desde la belleza incomprendida de sus mujeres, pasando por un café como Dios manda hasta ese don innato de saber tratar exquisitamente el arroz y el bacalao.
Mis viajes al extranjero siempre han tenido como destino su país, entre otras cosas, es la forma más rápida y económica de viajar al extranjero. Bien, hace unos años ya, empecé a observar que en el medio de sus autovías habían instalado unos parapetos en los que se podían ver algo parecido a unos focos; eran focos efectivamente y algo similar a unas cámaras; lo eran. Conozco su merecida fama de buenos anfitriones y pensé que tanto focos y cámaras estaban destinados a la seguridad de la vía. Pasado el tiempo me llega el rumor de que la instalación forma parte de la infraestructura que el Gobierno anterior al suyo, lo sé, había decidido instalar para que todo aquel que se adentrara en las vías en cuestión contribuyera económicamente al sostenimiento de las mismas. Entre que es y no es había yo realizado cientos de Kilómetros frontera adentro mientras comprobaba que nadie me daba el alto ni cosa parecida. Para mi descargo debo decir que pregunté a españoles y portugueses a Guardias y a Guardinhas si era necesario pagar, si siendo español me llegarían las hipotéticas multas o si el preguntado en cuestión cumplía con el doloroso deber. Pues bien; el noventa y pico por ciento de las respuestas fueron favorables a lo que yo quería escuchar y si hubo alguna afín a los intereses de su Gobierno fue un porcentaje desdeñable.
Pero he aquí, y este es el principal motivo de esta carta, que aproximadamente hace un mes, los medios de comunicación escritos de Salamanca, en realidad debería hablar en singular, se hacen eco del testimonio de personas a las que les ha llegado una notificación, en la cual se les recuerda que la ley es para todos, hay que cumplirla y el descuido se llama "taitantos" más gastos de gestión, por supuesto. Yo echo cuentas de los Kilómetros que aparecen en esas notificaciones, multiplicados por la correspondiente tarifa establecida y me entra una cosa así por el cuerpo difícil de explicar y muy fácil de entender ¿por qué? ¡Coño! porque yo he realizado muchos más kilómetros desde que establecieron el peaje . ¿Ahora que va a pasar, me sigo haciendo el remolón, pago la multa si es que la recibo o no vuelvo más a su melancólico país?. De verdad que estoy en un sin vivir porque me tocan la dolorosa fibra del bolsillo por un lado y la del afecto a su tierra que tantos momentos hermosos me ha brindado, por otro.
No voy a cometer el error de darles sugerencias sobre lo que han de hacer con sus carreteras sus impuestos o sus necesidades recaudatorias, ya lo han hecho otros y vergüenza ajena me da que no hayan vertido ni una gota de tinta con los abusos y despilfarros que comete el Gobierno de su país, del mío, aunque sí que estoy de acuerdo que se trata de una medida errónea que les va a reportar más disgustos que beneficios.
No quiero despedirme sin darles las gracias ya que debido a este pánico repentino de circular por las autovías lusas, he descubierto pueblos y paisajes de su nación de una belleza inigualable, a los que se accede por carreteras convencionales de doble sentido exentas de cualquier tipo de tasa.
Esperando que los funcionarios encargados de traducir esta carta tengan un buen día y un razonable sentido de la ironía se despide, sin más, un hombre que adora su pueblo.
Jesús Cid López