El ébola 'español'

Se han dicho y escrito tantas sandeces sobre el virus desde la repatriación del primer misionero, que después de tanta improvisación y de tanta politización uno siente vergüenza ajena al recordar el único hecho objetivo y coincidente en los tres casos: las muertes de los misioneros en España y el contagio de la enfermera han sido por ayudar a los demás.

Se les ha culpabilizado de querer volver, de traer el ébola y hasta del contagio? qué miserables e hipócritas somos, que nos entra el pánico por la posibilidad de contagio cinco meses después de que lleve muriendo gente en África en las calles y en las casas y sin que nadie se haya preocupado ni de ellos, ni de la enfermedad.

Pensamos que esas epidemias son sólo de negritos y de África, pero cuando nos tocan de cerca, aunque sea rozándonos, ya nos creemos con derecho a dar lecciones éticas y médicas.

Ojalá que el perro de la enfermera no hubiera sido sacrificado, pero ojalá también que la preocupación y los defensores del animal se hubiesen también dejado ver y se hubiesen hecho notar por todos los niños que han siguen quedándose huérfanos por culpa del ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y que precisamente están en manos de los misioneros por falta de medios de los Estados.

Y el ojalá más importante, que Teresa, la enfermera voluntaria contagiada, se recupere cuanto antes para demostrar que se puede vencer al virus y, de paso, para poner en su sitio a más de un politiquillo.

Aporto dos datos para reflexionar entre tanto despropósito:

- Cada año siguen produciéndose más muertes por sida y malaria por separado que las que llevamos por ébola desde que se descubrió en 1976.

- Cada día mueren 10.000 personas por hambre en el mundo y nadie se alarma, ni establece protocolos? (Precisamente hoy es el Día Mundial de la Alimentación, así que veremos qué repercusión tiene?)

Desde la distancia, pero en medio del foco del ébola, los misioneros, con quienes hablamos a diario y son reclamados para hablar en los medios de comunicación, lamentan lo que estamos viviendo y no comprenden cómo ha podido ocurrir el contagio, pero tampoco entienden el miedo y la improvisación que sufrimos cuando ellos sí que están literalmente rodeados por el virus, sin medios de protección y sin poder evitar muchas veces el abrazo de un niño huérfano que no saben si tiene la enfermedad.

Si el miedo y la improvisación no nos impidieran ver la realidad de los que llevan sufriendo enfermedades y pobreza generación tras generación en África sin la mínima atención ni repercusión, otro mundo sería posible.