Escocía Escocia

Hace unos días el gran humorista Forges, en su viñeta diaria, plasmaba al españolito medio que pasea con su perro por la avenida social hispana, invadida de escaparates que anuncian la corrupción política y económica, la iglesia ultramontana y cerril más próxima al nacional catolicismo de mediados del siglo pasado que a la iglesia comprometida con el medio social que predica el Papa Francisco. Y ese españolito decía "Escocía Escocia, podrán decir los historiadores", rematando finalmente "lo que es una tilde, proclamo". Genial.

El referéndum sobre la independencia de Escocia no va a dejar indiferentes a nadie y, lógicamente, en nuestro foro hispano va a escocer a todos, a los Tirios y a los Troyanos. En cambio, en el Reino Unido ha dejado muy satisfechos a los partidarios de la Unión (en mi opinión la situación más inteligente en una sociedad actual que tiende a la Unión Europea y no a la separación en reinos de Taifas), y a los adalides de la independencia les demuestra que la democracia sigue funcionando, a pesar de ser el sistema político menos malo de todos, como diría, precisamente, un histórico primer ministro inglés, Winston Churchill. Tanto David Cameron y los conservadores como Gordon Brown y los laboristas han salido fortalecidos claramente con el procedimiento y el resultado de la consulta escocesa.

Algo que no podemos decir, por desgracia, en España con el problema catalán, que seguirá enquistado eternamente si nuestros gobernantes no demuestran tener la cintura política adecuada. Sabemos que nuestro marco jurídico es diferente al inglés, que tenemos una Constitución Política rígida, al estilo continental, que para su reforma necesita mayorías cualificadas. Sabemos que para que pueda celebrarse un referéndum de ese calibre sería necesaria una reforma legislativa y actualmente no se da esa situación en España. Sabemos (y esto es a lo que se agarra el Gobierno de Rajoy) que la segregación de un territorio regional de un Estado en la actual situación de la Unión Europea (que tiende a la unificación legislativa, ejecutiva y judicial que exigen los tiempos modernos, porque así nos irá mucho mejor) es un despropósito que generaría un retroceso social, económico y cultural incalculable. Pero también sabemos que la Carta Magna (por muy rígida que sea) puede y en mi opinión "debe" reformarse (han pasado muchos años desde su aprobación y la sociedad ha dado un giro copernicano). Creo que el gobierno de Rajoy, con su inmovilismo decimonónico y trasnochado, es el principal causante de los males secesionistas que actualmente nos atenazan.

Es cada vez más urgente sentarse a debatir en los foros sociales y entre todos los grupos políticos una reforma constitucional que mantenga los principios y valores que sustentan el Estado Social y Democrático de Derecho, pero que aborde con eficacia y racionalidad el problema territorial. El Senado no puede seguir siendo un refugio de políticos que buscan su hueco para seguir teniendo remuneraciones escandalosas y privilegios feudales, aunque jubilados en la práctica durmiéndose en los laureles, en lugar de ser una auténtica Cámara legislativa de representación territorial. Es necesario avanzar hacia un Estado Federal, más acorde con las exigencias y reivindicaciones de las regiones de España, de sus culturas, costumbres y tradiciones.

Y todo ello hay que hacerlo con sentido de Estado, flexibilidad, consenso y altura de miras; algo de lo que siempre ha carecido el PP (que sustenta al gobierno de Rajoy), más preocupado por la repercusión que tendrá la paralización o no de su reforma de la ley del aborto y lo que dirán los miembros de la Conferencia Episcopal y sus votantes ultraconservadores, que de los principales problemas de los ciudadanos.

Qué razón tiene Forges. Escocia escocía y escocerá durante mucho tiempo a nuestros políticos y gobernantes. Pero hasta que quieran, porque, si son inteligentes, saben que en sus manos está que deje de "escocer", al menos por una larga temporada, como así ha ocurrido en el Reino Unido.