Hablando de "Huellas"

Soy un discreto conocedor y relativo buen seguidor de la poesía cantada por los cantautores de habla hispana desde la última cuarta parte del siglo pasado y los inicios del presente. Los textos de gentes tan variadas como Aute, Sabina, Víctor y Ana, Milanés, Silvio, Serrat?, han significado para mí un verdadero caudal para la espiritualidad (escuchar canciones es orar), para el pensamiento teológico (rastrear las huellas de Dios, de lo que él se dice, se silencia, se afirma o se niega)" y para el trabajo pastoral (muchas de mis actividades pastorales, vienen precedidas y de una o dos canciones, analizando sus letras).

Hoy quiero hablar de "huellas" que han dejado en los caminos de la vida, las personas que ya no caminan o que caminan a paso más lento, gastados por los años. La reflexión me ha venido provocada por el frecuente paso por los pasillos y claustros de la casa de la Iglesia, donde me encuentro con personas que hace 10, 15, 20 y más años estaban en las trincheras de la vida apostólica, dejando la piel por la evangelización y hoy, pasean esperando que algún cura en activo les dedique cinco minutos, que normalmente les negamos, porque las prisas de la vida no nos dejan mirar las huellas de otros. ¡Qué pena!

Pensando en ellos me gustaría poder ofrecer un elenco y un análisis serio de textos musicalizados sobre la ancianidad, la vejez, el ocaso de la vida? En este breve artículo ofrezco un sencillo anticipo, que sirva para reflexionar y para levantar acta de que en la música contemporánea hay un verdadero arsenal de mensajes aptos para nuestras tareas, reflexiones y análisis.

Pablo Milanés: "El tiempo, el implacable, el que pasó" 1974.

El tiempo, el implacable, el que pasó,

siempre una huella triste nos dejó,

qué violento cimiento se forjó

llevaremos sus marcas imborrables.

Aferrarse a las cosas detenidas

es ausentarse un poco de la vida.

La vida que es tan corta al parecer

cuando se han hecho cosas sin querer.

En este breve ciclo en que pasamos

cada paso se da porque se sienta.

Al hacer un recuento ya nos vamos

y la vida pasó sin darnos cuenta.

Cada paso anterior deja una huella

que lejos de borrarse se incorpora

a tu saco tan lleno de recuerdos

que cuando menos se imagina afloran.

Porque el tiempo, el implacable, el que pasó,

siempre una huella triste nos dejó.

Estamos ante uno de los grandes autores del siglo XX, vivo y actuante aún en el siglo XXI. Pablo Milanés, cubano y perteneciente al movimiento artístico, músico-literario de la "Trova cubana", lleno de eminentes intérpretes y autores comprometidos con la situación social de Cuba, defensores de la revolución en un primer momento (la juventud) y en estos momentos muy críticos.

Sus textos, hondos, profundos, bellos?, con frecuencia están transidos, amén de una exquisita sensibilidad, de una visión antropológica un tanto negativa, transida de un sutil pesimismo: "siempre una huella triste nos dejó", "la vida pasó sin darnos cuenta". Es una primera constatación. Este autor, junto a otros muchos más, se aferra a la idea de la negatividad de la vida, de la insoportable levedad del ser (Kundera), de la tristeza que supone acumular años, acumular recuerdos, experiencias? Lejos de ser positiva la mirada hacia atrás para la gratitud, la mirada madura y consciente de la propia realidad, ese ejercicio retrospectivo es "ausentarse un poco de la vida".

Frente a Milanés (o al menos, su canción), he de decir y de defender, la noble tarea de envejecer, la bella experiencia de la ancianidad, como momento de la vida en la que la mirada atrás significa un ejercicio de gratitud, de reconocimiento, de admiración, de "cosecha" generosa de tantas siembras esforzadas.