Inspiración artística

Hízose la vista para contemplar la belleza y, el alma, para disfrutar de ella. Pero esa hermosura de la que hablo no es algo externo volcado por el Creador sobre la naturaleza para nuestro deleite. Quien estableció las reglas de la vida, creó un vínculo esencial; una simbiosis perfecta entre emisor y receptor, sin la cual, no podríamos disfrutar de la armonía del universo.

En cualquier caso, hemos de buscar dentro de nosotros, aquellos resortes que nos permitirían alcanzar el equilibrio en toda su extensión. Es como si la Naturaleza hubiera previsto tal posibilidad solo en contadas ocasiones; especialmente, cuando sentimos la necesidad de trascender a la rutina. En esos momentos, libres de lo que nos estorba, captamos el lenguaje sobrenatural con el que la Naturaleza nos habla. No son necesarias las palabras, porque algo más elocuente y profundo es percibido por el alma.

En ese ámbito especial, todas las barreras desaparecen; las personas se igualan. Unos pierden la categoría que creen tener, y aquellos que nunca fueron importantes adquieren, tal grado de elevación, que se convierte en ángeles. Es como si Dios pretendiera reconstruir el Universo partiendo de lo más simple.

En ese estado de embriaguez sobrenatural, la mano del artista es capaz de continuar la obra de Dios. Es como si tuviera alas para atravesar los cielos a la velocidad del pensamiento. En ese estado de inspiración, el pintor, teje su obra de forma magistral. Alguien, superior a él, maneja la paleta de colores. En el momento en que desaparece tal influencia, como retornado de un sueño, contempla su obra y exclama: ¡cómo es posible! ¿quién ha dirigido mis manos?

Así ocurre al poeta, cuando se pierde en el éxtasis donde se disuelve su conciencia. En ese estado, afloran las ideas vestidas con su mejor ropaje. Los sentimientos toman la forma de las palabras y, estas, convulsionan las almas a través de la elocuencia.

También el músico, cuando compone su obra bajo ese estado de plenitud, acerca a nuestros oídos el bello lenguaje de la música. Él, percibe con el alma y registra sobre el pentagrama los sonidos y armonías, acordes con la elevación moral.

"La belleza es la marca que Dios pone en la virtud", afirmó Emerson. Y, los artistas, transeúntes que reparten sus obras sobre la tierra, para acreditar que existen otros mundos que no siempre percibimos. Sin embargo, dentro de nosotros, se encuentra condensado el Universo; el Cosmos Infinito. Los principios de la vida permanecen latentes, esperando para ser comprendidos por inteligencias más evolucionadas. Antes, necesitamos vaciarnos de muchas cosas, porque no hemos nacido para la materia. Hay algo en nosotros que nos hace etéreos, sublimes; semejantes a Dios.

Nacemos y morimos sin saber, a ciencia cierta, porque ha ser así. Con todo ello, tenemos la certeza de que nuestra misión no se reduce a cubrir una serie de necesidades fisiológicas y pasar como sombras por el escenario de la vida.

Cada uno tenemos una misión; algo importante que realizar, pero muy pocos son conscientes de que el mundo existe a partir de nuestra propia presencia; por nuestra pequeña aportación. Pero, nada permanece estable demasiado tiempo. Nuestro mundo pervive a través de existencias efímeras que mutan constantemente para adaptarse al medio. Esta transitoriedad de los elementos garantiza su constante renovación. "El mundo siempre será joven".

Dispongámonos, por tanto, a vivir una vida diferente a través de la consciencia. Seamos capaces de percibir la armonía que nos rodea. Primero en nuestro interior, vaciándonos de egoísmo. Después, a través de la observación. Quizá, entonces, no sintamos incertidumbre por la espera y, mucho menos, temor por nuestra partida.