Sol de vergüenza

Lejos de aquellos veranos anodinos en los que las noticias brillaban por su ausencia, este de 2014 ha sido tan pródigo en ellas ?casi ninguna buenas? que más que con un epílogo deberíamos cerrarlo con un epitafio. La guerra, la maldita guerra en Palestina ha aprovechado la época estival para que la destruyan al sol y a la vista del mundo entero. Una guerra tan avanzada que ya no se conforma con la muerte del enemigo, sino que busca hacer daño más allá de la vida, donde la propaganda rompa los corazones. Y tampoco son noticias banales los conflictos de Afganistán, Siria e Irak; o el salto de las vallas en Ceuta y Melilla, o la visita del ébola o los problemillas de la familia Pujol.

Qué lejos quedaron aquellos veranos de los años setenta del siglo pasado, en los que estación tras estación en fechas tan señaladas nos visitaba el monstruo escocés del lago Ness. Una noticia que se convirtió en leyenda. Siempre lo veían unos pastorcitos pero nunca fue visto por la ciencia, que en su búsqueda pusieron no pocos recursos, y el monstruo existía, ¡cómo que existía!, y para ventura de la prensa, que sin una "judía" noticia que llevar al plato le hospedaban en todas las redacciones de los periódicos.

Nosotros, que somos esos individuos que vemos un ratón y saltamos encima de una mesa, o nos hacen un rasguño y llamamos a últimas voluntades, esperamos seguir así por mucho tiempo. No queremos ni unas noticias ni las otras.

Pero analicemos: Si para las noticias de Extranjero hemos estado "sobraos" y las de Nacional, del sur sobre todo, ni les cuento, las buenas noticias y el gran ejemplo nos ha llegado desde Cataluña. ¡Qué compostura la de don Jordi! "Fotos todas las que quieran, pero no voy a hacer declaraciones", decía. Y por si acaso se le olvidaba a don Jordi lo qué debía de decir, a su lado siempre ha estado Marta, su esposa: "Tranquilo, Jordi, esto pasará". ¡Qué matrimonio tan bien avenido! A mí me dan cierta ternura.

No como esos que hacen escraches y patalean ante los guardias cuando les desahucian. Los señores Jordi y Marta, como gente civilizada que son, han dejado en manos de sus abogados tales asuntos y lo único que desean es vivir en paz.

Alguien dirá que esta es la tranquilidad que da el dinero. No seamos así, este es un problema de clase, de saber estar, de educación y lo demás son tontunas.

Pero bueno, terminemos bien el verano y en línea con las declaraciones de Pujol, "declaraciones ninguna", perdonen la redundancia, recuerdo un chiste del inmejorable Arévalo que no se lo voy a escatimar a ustedes.

Lejos queda ya aquel chiste. Mucho más lejos que cuando el señor Pujol, tal si fuera un señor Díaz Ferrán cualquiera, hacía declaraciones en las que pedía una reforma laboral flexible y contundente. El chiste tenía como protagonista a una de esas personas consideradas "tontas" por no haber puesto un logopeda en su vida. Arévalo no hizo un chiste, hizo toda una serie de chistes de gangosos, con perdón, a quienes colocaba el cartel de retrasados y, claro, también tuvo que pedir perdón por ello. El chiste en cuestión era la de un pobrecillo a quien una panda de delincuentes le asaltaron en su coche y mientras le pegaban le pedían todo el dinero que llevara encima. "Que no llevo nada, tío, que no llevo nada", decía el desdichado. "Cómo que no llevas nada", contestaba una y otra vez el jefe de los pandilleros. "Anda, ¡registradle!". Le registran y le encuentran 100 pesetas. "¡La madre que le parió, será desgraciao, la paliza que se ha dejado pegar por veinte duros!". Pero esas palabras del jefe habían tocado el amor propio del asaltado, que terminó declarando: "Veinte duros?, veinte duros?, y las 50.000 pesetas que llevo en el maletero, ¿qué?".

Yo creo que fue el último que demostró amor propio en este país... y era de chiste. Aquello está prescrito. Lo que hoy existe es mucho "amor a lo ajeno".