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El río como metáfora
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DESDE LA CIUDAD DE LA LUZ

El río como metáfora

Actualizado 06/08/2014
José Amador Martín

Cada día, cruzo alguno de los puentes sobre el río Tormes. La panorámica de la ciudad y el cauce que se divisa desde el pretil es impresionante. Las aguas, en su curso lento, corren, pardas y melancólicas. Su cauce limoso y viejo me evoca el uso literario del río como metáfora

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EL RÍO COMO METÁFORA

El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,

bajo los arcos del puente,

como si al pasar dijera:

"Apenas desamarrada

la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,

se canta: no somos nada.

Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera.

Las antiguas civilizaciones siempre se organizaron en las márgenes de algún río. Esta característica no parece responder ni a la casualidad, ni a los consabidos caprichos humanos y mucho menos a los resortes ocultos del azar. El río, desde tiempos inmemoriales, para emplear una frase hecha, ha constituido una pasión constante. En nuestros días es apenas un leve anhelo alquímico de vida, una metáfora, un hecho cultural de incalculable proyecciones míticas, un pretexto costumbrista, folklórico, para celebrar algunas fiestas paganas o rituales de orden religioso.

Entre los hombres que viven de cara al río existe, entonces, una relación dichosa y aciaga, en sentido proporcional.

El río participa de esa mitología literaturesca que lo convalida a ser una máxima filosófica ("En los mismos ríos, dos veces, entramos y no entramos, estamos y no estamos", Heráclito) o tema de redacción poética.

La metáfora sobre el río siempre ha sido una imagen muy propia de la literatura en general y de la poesía en particular. El movimiento del río permite un enfático sentimiento de fría ternura, de suave rechazo de amor requerido. Otras veces el río es un recuerdo, una sustancia almacenada en la memoria y permite visualizar el tránsito de la infancia a la vejez

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Nuestras vidas son los ríos,

Que van a dar en la mar

Que es el morir;

Allá van los señoríos

Derechos a se acabar

Y consumir

Allí los ríos caudales,

Allí los otros medianos

Y más chicos,

Allegados son iguales

Los que viven de sus manos

Y los ricos

A veces mirar un paisaje desde la ribera permite captar la naturaleza en sus cambios imperceptibles

El poeta emplea al río con un sentido no explícito y las interpretaciones a ese cuerpo inmenso bebiéndose los ríos pueden ser la vastedad de un paisaje o cualquier otra explicación que en sí el poema sugiere:

NADA

Nada ni nadie

es culpable

si no fuera por

ese cuerpo inmenso

bebiéndose

los ríos

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A veces el recodo del río es una especie de espejo donde se congela el movimiento del mundo y que refleja su ser interior:

Frutas azuladas por luciérnagas

en un lento movimiento de hojas

Hondo en el alma

es el espacio

que todo lo refleja

en el agua oscura.

El río en su curso a través del lenguaje se transmuta en una figura retórica: la metáfora. Que no es otra cosa que la transferencia de un nombre de una cosa a otra. La metáfora es una simplificación precisa de la similitud. Frente al pensar literal, el pensar metafórico es una posibilidad para aprehender el mundo desde el costado de la belleza.

Es mucho más complicado e interesante captar con metáforas la esencia sustancial del río, que capturar un pez con una red.

Podríamos citar muchos escritos poéticos sobre la importancia dada a los ríos en la literatura.

Los viajeros incansables a la vez escritores son los testigos más directos de los ríos y de su importancia en tierras y paisajes.

Solo mi corazón escucha el río

subir por los peldaños de la luna

y una gacela que su faz esconde

entre las aguas, bebe mi silencio.

Solo mi corazón y solo

en la espesura ardiente del aire

corta la espada el roble,

y sangran mariposas

en un ir y venir del mismo cielo.

Como un niño de luz que gira y vuelve

su melena de húmedos topacios,

así mi corazón escucha

la cavernosa voz del río

siempre igual y distinta en los sollozos

de la novia que espera en la ventana.

Amor dormido

que como el agua corres

debajo de los puentes,

hunde tu voz en los raudales

de la esquiva girándula,

a ver si recupero sus aromas

cuando llegan las nubes

al fondo del océano.

La penumbra del mango al mediodía

y el gavilán de fuego

se quiebran en la móvil

vertiente de la oscura esmeralda,

y mientras cruza el río

el transitable bosque de mi sueños

un caballo de música galopa

camino de tus labios todavía.

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