Rey Felipe VI y último

Un par de generaciones atrás, a los neonatos primogénitos se les sacaba de pila con los a veces horrorosos nombres, primero de quienes fueron los padrinos de boda de sus padres, y después, un tiempo donde los niños nacían sin control, no quedaba pariente vivo sin ahijado, ni muerto relevante que no hubiera sido padrino.

Lo mío carece de importancia pero, como ejemplo, me sacó de pila mi tía favorita (tenía un comercio y vendía caramelos) con la condición de que el niño llevara el nombre no solo de ella, sino de un tío bisabuelo que fue todo un santo. Claro, aquello a día de hoy fue un rotundo fracaso. Si no, que me digan a mí cómo se puede ser escritor, clavar de vez en cuando un adjetivo a un semejante y a la vez ser buen chico. Eso es Imposible.

Pero a otros muchos lo de llevar nombres de pariente-tocayo les dejaba condicionado en su comportamiento y pasaban a formar parte del redil. Aunque siempre existiera algún niño espabilado que se quitaba esa sombra preguntando: "¿pero vosotros estáis seguros de que era como me lo pintáis?".

Al ser nuestro Felipe persona de buen humor, nos vamos a centrar en sus dos últimos tocayos que reinaron en España, o sea, Felipe IV, el último de los Austrias, y Felipe V, el primero de los Borbones, y así quedarán palpables las diferencias que existen entre reyes absolutistas de ayer y jefes con representación de Estado de hoy.

Felipe IV ha quedado para la Historia como el rey que se acostó con todo Madrid. Llamado por el pueblo "El Incansable", tuvo trece hijos legítimos y treinta bastardos. Uno de ellos con una actriz llamada "La Calderona", que se retiró a un convento tras el parto quizá huyendo del fervor del rey. Sin embargo, un rey tan prolífico como Felipe IV fue un poco cicatero a la hora de transmitir los genes a su hijo Carlos II, heredero de la Corona, quien no tuvo descendencia y dicen que se fue de Madrid al cielo agotado por el esfuerzo en conseguirla. Y en aquellos tiempos, como se sacaban cantares para todo, el pueblo veía en ello una impotencia y no se cortaba: "Tres vírgenes hay en Madrid: la Almudena, la de Atocha y la reina nuestra señora". Un cronista de la época, "mal elemento", claro, como corresponde a un escritor, dijo que tenía "las partes constipadas".

A Carlos II le sucedió Felipe V, primer Borbón de España, tocayo antecesor de nuestro Rey Felipe VI, un rey que se aficionó a visitar a la marquesa de Chavela, con la que tuvo un vástago. Mujer que quedó protegida por el rey con una gran mansión. Pero generosa también como marquesa, cedió la casa de sus aventuras para convento de monjas, pasando a llamarse ésta "Real Convento de Nuestra Señora de la Concepción", y, para simplificar, el pueblo terminó por llamar "La Real Concepción", y, sin querer o queriendo, hacía justicia a un rey que en ese lugar había engendrado a un hijo.

Precisamente Felipe V dejó una deuda para nuestro actual Rey, que por su buen nombre debería solucionarlo, ya que existe en el Museo de Almudín, de Játiva (Alicante), un cuadro de Felipe V expuesto boca abajo, y, según parece, lo tienen así como castigo por las tres veces que intentó incendiar la ciudad, y sólo volverá a la posición normal si algún miembro de la familia real pide disculpas por los efluvios pirómanos de aquel antepasado.

Pero volvamos al titular del presente artículo ?"Felipe VI y último" ? y sin hablar de querencias republicanas, a los 46 años ocupará el trono la Princesa Leonor y quizá tenga un hijo que se llame Felipe, y, para abdicar, Leonor deberá tener 76 años o más que la Reina de Inglaterra. Así que el reinado de un Felipe VII no creemos que lo podamos conocer la mayoría de los españoles que hoy poblamos este país.