Cristina de Borbón

Ignoro si Cristina de Borbón es, legalmente, culpable o inocente por los cargos que se le imputan y solo saldré de mi ignorancia cuando las personas encargadas de impartir la legalidad, que no la Justicia, dicten la sentencia correspondiente. En todo caso es de admirar el ejemplo de quienes estarían llamados a ser referentes del bien hacer de los ciudadanos. El juez dicta un auto en contra de la opinión del fiscal, este imputa la decisión del juez y el consejo general del poder judicial (la minúsculas son conscientes) monta en cólera por la falta de respeto que parece deducirse de tal recurso. Son muchos los jueces de este país que ignoran el respeto que se merecen los ciudadanos que, por unos u otros motivos, pasan por sus manos; solamente hay que asistir a una audiencia pública para observar el autoritarismo, prepotencia, falta de educación y a veces grosería que emplean con los que consideran inferiores a ellos, pues aplican la legalidad desde un estrado, y ello sin entrar en las sentencias dictadas llenas de juicios de valor sin base alguna que utilizan contra los ciudadanos que caen en su ámbito de actuación, rayanas en el insulto y en la descalificación gratuitas.

Pero traía a colación la inocencia o no de Cristina de Borbón, porque el juicio mediático de la sociedad y de algunos medios de comunicación ya la ha juzgado y la ha declarado culpable o inocente dependiendo de la sensibilidad política de cada persona o medio. No obstante le va a ser muy difícil a cualquier Tribunal declarar la inocencia de una persona que ha sido condenada públicamente por su padre, sin comprender que, por encima de cualquier otra consideración, es su padre y debe defenderla o, al menos, justificarla dando la explicaciones pertinentes y no actuar de una manera desnaturalizada de difícil justificación, y no digamos nada de su hermano y su cuñada, que la han expulsado del entorno familiar ya hace tiempo. Así las cosas, el castigo infringido separándola, no ya de los actos oficiales, como se ha dicho, sino incluso de los personales y familiares, es una condena difícil de asumir, más aun cuando la misma afecta también a sus hijos y cuando toda la familia ha sido condenada al destierro.

Tal vez deba ser imputa, tal vez; pero uno en su ignorancia se pregunta por qué no lo han sido las esposas o esposos de la enorme cantidad de corruptos que han crecido en torno a la democracia. Tal vez la Audiencia deba persistir en su imputación, pero como resultase inocente, y aún no siéndolo, la condena que ya está cumpliendo es muy superior a la que dicte la más que probable sentencia que se produzca en su día.

Lo bueno de todo esto es que algunos dirán que ya es posible creer en la justicia (yo siempre he creído en la Justicia y soy un enorme defensor de ella) y que en España todos somos iguales ante la Ley, incluso los más de diez mil (10.000) aforados que existen y que, algunos de ellos, no entienden que un exjefe de Estado pueda estarlo. Y tal vez tengan razón, no deberían estar aforados ninguno. Nadie.