Oración Poética

Esos ojos limpios nos mirarán en tu recuerdo. Ojos como flores vencidas por el tiempo. Mirarlos era admirarte. Escucharte era vivirte. Dime que no te has ido. Y si te fuiste, ¿cómo no avisaste para urgir esa conversación allende del saludo? Ahora, nos atesora la obra que dejaste, tu arte, lo mejor de ti, y nos consuela saberte en el cielo de los nonagenarios, donde todos sois ángeles.

No dejes de tejer palabras, señora. Apúntate al INEM de las musas y mándanos toda tu inspiración, que somos muchos en la búsqueda del gozo, y bien sabes que el Sol quema las charcas, pero no los océanos. Y ahí te necesitamos como al plancton.

Perdónanos que hayamos expropiado tu muerte para que el mundo sepa que la poesía cura los infartos del alma. Ahora tus versos se dispersarán y serán ese "negro", con perdón, que necesitan algunos titulares en prosa. Pero tú lo verás todo, lo disfrutarás todo y saldrás a pasear como las flores del almendro, puras mariposas, o los girasoles en su generosa pleitesía de la luz.

Misterio de ternura, misterio de dulzura, Pepita. Pero ya era tarde para truncar el misterio. Quizá se te agobiara, con toda tu poesía vestida de domingo, ser ejemplo de tus años. Y tú vivías en poesía. Eras una muestra de Las Edades de la Mujer: andar haciendo camino después de caminar.

Lástima que llegue la muerte antes del último poema. Ahora nos consuela saber que ya nos perteneces a todos como nos pertenece Machado. Y tu alma huele a flores como Santa Teresa en su tránsito. Gracias por haberte conocido. Un beso, gran señora.

Ilustración: La foto es una deferencia del poeta Tomás Acosta.