Fiestas

Junio ha resultado ser un mes casi de continua fiesta. Y en el verano continuarán celebrándose fiestas en los más diversos pueblos. Propias del tiempo o trasladadas con el fin de que puedan participar en ellas los hijos del pueblo que vuelven por vacaciones de verano.

Empezamos el mes de junio con la fiesta de San Juan de Sahagún. Continuamos con el Corpus. Luego vendrá San Juan Bautista y las fiestas de San Pedro. Julio continuará con Santiago y Santa Marta, y finalizaremos con Ntra. Sra. de agosto, las Vírgenes de septiembre, entre ellas la de la Vega, y concluiremos con los Cristos de mediados del mismo mes de septiembre. Que nos abocarán de pleno en el comienzo del curso escolar y laboral.

Y eso sin contar con los acontecimientos civiles, por ejemplo este año, la toma de posesión de nuestro nuevo Rey, los festejos taurinos y las múltiples paellas populares o ensaladas camperas. Y aun podríamos incluir entre los festejos propios de este año los partidos de fútbol del mundial brasileño, aunque para España no haya resultado tan festivo.

La fiestas son una institución de profundo interés antropológico, sean religiosas o civiles. Muestran la necesidad que siente el hombre de interrumpir sus labores habituales y rutinarias, para resaltar más el tiempo empleado en el trabajo y el valor del tiempo en si mismo. Por no indicar el valor de lo festivo como motivo de encuentro y convivencia con los que ordinariamente no podemos encontrarnos o hablar más que con ocasión de nuestras ocupaciones. Con razón desde el principio se estableció la ruptura semanal del domingo, el viernes o el sábado, según las diversas religiones. Si además ofrecen una oportunidad para encontrar algún modo de acceso a la trascendencia, a la divinidad o a los santos intercesores, tanto mejor. Así la fiesta será más plena y más fructífera.

Claro que no deberemos abusar de la frecuencia de los festejos que, de lo contrario, terminarán convirtiéndose en algo habitual, vulgar y nada extraordinario, con lo cual perderán una de las condiciones más significativas de la fiesta, que es la de la excepcionalidad.

Es verdad que a fuer de ser humanos no deberíamos perder la perspectiva de los que no pueden participar de la fiesta. O bien porque ellos mismos se han situado al margen; o porque viven la permanente vacación de la falta de trabajo; o porque no se pueden permitir el más mínimo lujo, no ya digo despilfarro, con motivo de una fiesta a la que, por otro lado, no tienen ningún deseo de unirse por faltarle los medios más elementales. Sin embargo, nos vemos sorprendidos en los países y situaciones de los pobres, en que éstos se ven con una gran fuerza y capacidad de gozar con las pequeñas cosas, o con el simple encuentro o juego personal sin apenas otros medios necesarios. Ellos sí son capaces de disfrutar con las pequeñas fiestas, que a veces incluso resultan de un inesperado carácter extraordinario.

Vivamos las fiestas del mejor modo posible. Que las parroquias, los ayuntamientos, los grupos musicales o de teatro y baile, animen nuestras fiestas y nos reconforten para volver de nuevo a emprender un tiempo de trabajo , de convivencia y de rendimiento personal y comunitario. Que los santos y santas nos ayuden.