¡Dios mío, qué solos se quedan los poetas!

A lo largo de la semana del 9 al 13 de junio, se ha celebrado en nuestra cultural ciudad la I Semana de la Poesía en la USAL. De uno y otro continente. Han acudido poetas de diferentes países de Hispanoamérica, Portugal y Rumanía.

Alguno de estos poetas era la primera vez que visitaba nuestra ciudad. Venidos de países muy lejanos, con la ilusión de que su libro de poemas iba a ser presentado en la capital europea de la cultura, en las aulas de una de las universidades más antiguas y con más prestigio de Europa.

Me imagino a cualquiera de esos poetas en el largo viaje de avión, con la ilusión puesta en la tarde en la que presentaría su libro, nada menos que en el Aula Dorado Montero, pegandito a la de Miguel de Unamuno y a unos pasos de la de Fray Luis de León. ¿Cómo no hacerse la ilusión de ver el aula a rebosar de público ansioso de conocer otros poetas y escuchar los nuevos poemas de los ya conocidos?

También puedo imaginarme cual ha podido ser su desilusión al ver, cómo al acercarse la hora de la presentación de su libro, en la soñada aula, no había más que dos o tres amigos, los obligados a asistir porque participaban en la presentación y una docena escasa de interesados en el acto.

Ante esta situación, que a mí me daba vergüenza ajena, me preguntaba ¿Dónde están los muchos poetas que en Salamanca son?

No será muy buena la impresión que estos poetas se llevarán a sus respectivos países y no me extrañaría que cuando vuelvan a escuchar eso de "Salamanca ciudad de cultura", esbocen una sonrisa y se digan para sus adentros, la ciudad tal vez sea de cultura, pero sus ciudadanos?

Eso sí, al salir del Edificio Histórico de la Universidad, tras finalizado el acto, pudimos comprobar que las calles estaban abarrotadas de gente y no digamos las terrazas.

Antes de continuar, quiero aclarar que yo no soy poeta, y quiero dejarlo claro antes de que alguien me lo reproche, porque, aunque, creo que no hay obligación de ser poeta, hay gente, que se dice poeta, a quienes les parece muy mal que sin serlo te mezcles con ellos.

Esto me trae a la memoria aquellos versos del poema "Árboles hombres" de Juan Ramón Jiménez:

Y yo los oía hablar,

entre el nublado de nácares,

con blando rumor, de mí.

Y ¿cómo desengañarles?

¿Cómo decirles que no,

que yo era sólo el pasante,

que no me hablaran a mí?

No quería traicionarles.

En muchas ocasiones nos quejamos, de que la poesía siempre ha sido de minorías, queja, que a fuerza de repetirla, la hemos convertido en algo positivo, y tal vez lo sea no sé, pero si la gran masa no acude a este tipo de actos, al menos los poetas, los aficionados, aquellos que disfrutan leyendo poemas? sí podrían acudir. Con ellos, con una parte de ellos, los salones en los que se dieran recitales poéticos siempre estarían a rebosar.

Lo que está claro es que a los poetas, como a todo aquel que crea, les gusta que su obra sea reconocida, leída, escuchada? Lo que no tengo tan claro es que a los poetas les guste ir a escuchar la obra del otro. Si entre ellos no se escuchan, tampoco pueden esperar que el ciudadano de a pie vaya a hacerlo.

En más de una ocasión algún poeta, de los de verdad, me ha confesado que "los poetas somos muy puñeteros"

Tal vez si los que escriben dieran el paso de ir a escuchar la obra de los demás, tal vez, digo, sirviera de ejemplo para que el resto de los mortales, al ver que a esos actos acude buen número de personas, se animaran a ir ellos también y con ello, conseguir una aproximación a la poesía y por lo tanto un aumento del número de lectores, que falta nos hace.

Terminaré esta reflexión parafraseando un viejo dicho: Poetas que no escucháis, qué esperáis.