¿Sabes cuánta gente hay que te pude apoyar?

Esto de ser emprendedor es, en ocasiones, una actividad un tanto solitaria. Fundamentalmente porque todo esto de emprender empieza por una idea de negocio que hemos tenido nosotros mismos, pero que no necesariamente tiene que ser compartida por nuestros seres queridos.

A mi se me pude ocurrir que la venta de pinchos morunos de orugas, es una idea de negocio que tiene muchas posibilidades porque...

- Tienen un sabor a carne de pollo con textura a gelatina. (todo ello reconocible para el paladar español más selecto)

- El coste de la materia prima es bajísimo. (incluidos costes de importación)

- No tenemos competidores en el mercado. (Somos los primeros)

El caso es que por increíble que parezca, nuestros familiares y amigos no comparten la misma pasión que nosotros por la comida exótica :( Lo cual nos podría lleva a tener ciertas sensaciones de... ¿soledad?

Esto, desde un punto de vista racional, no supone ningún problema. Es comprensible, se asume, etc., pero pasado un tiempo, si no hacemos nada, nuestra ilusión podría empiezar a decaer. Tal vez ayudada por la ¡falta de clientes! :)

Y vamos y pensamos, ¡no todo está perdido! Si las tabacaleras consiguieron introducir en el mercado mundial algo tan repugnante como el tabaco, que sabe fatal (si eres fumador recuerda el sabor del primer cigarro que te fumaste) y además mi no tiene ni una sola sustancia beneficiosa, ¿por qué no iba yo a introducir un alimento con tanta proteína?

Parto de la idea de que cada persona tiene que tomar sus propias decisiones y darse cuenta de si quiere seguir adelante o no, pero todo el que haya pasado por algo similar, sabrá que hay días en los que estás arriba, y otros en los que no crees que el negocio vaya a salir adelante. Y la verdad, no aconsejo tomar decisiones en ninguno de estos momentos, más bien, que las decisiones sean fruto de reflexiones maduradas, teniendo en cuenta hechos que abarquen un espacio amplio de tiempo.

Pero mientras esto sucede, los días de la montaña rusa se siguen sucediendo y la sensación de soledad va y viene. Pero no es real, es sólo una sensación.

¿Cómo lo sé? Pues porque como muchas cosas en la vida, por casualidad, he experimentado la falsedad de esta sensación:

La semana pasada quise enviar un email a un grupo de alumnos con los que había estado compartiendo unos días magníficos de formación. Habíamos quedado en hacer algo para llevar lo aprendido más allá de las aulas y que no terminase todo con el final de la formación.

El caso es que 2 semanas después les quise enviar un correo donde ponía en el asunto algo así como... ¿Te has olvidado ya de mí? Mi error (informático tengo que decir) fue que se lo envié a un grupo muuuuucho más amplio de personas que esos alumnos.

Lo sorprendente es que la respuesta fue espectacular. Sin siquiera leer el contenido del email (si lo hubiesen hecho se habrían dado cuenta de que el email no era para ellos) recibí un montón de mensajes de apoyo, de ánimo o como lo quieras llamar, en los que me contaban cómo les había ayudado en sus vidas, etc. y que por eso era imposible que me olvidasen.

En fin, la cara que se me quedó con estas respuestas era un poema. De personas de quienes hacía mucho no tenía contacto o incluso de algunas con las que sólo compartí pequeños momentos...

Estas respuestas me hicieron ver que hay personas buenas en el mundo dispuestas a ofrecerte su apoyo, incluso si no comparten tus gustos. :-D

A todos ellos, ¡muchas gracias!

Ramón Cristobalena