Modo bocas "on"

No hay modo. O manera. Y lo intento. Cada día me propongo enmendarme, me repito para mis adentros que debo cerrar la boquita, que me debo callar en ciertas ocasiones, que no es necesario decir siempre lo que se piensa, ni siquiera cuando uno ha pensado suficientemente lo que dice. Que no.

Esto me provoca una lucha interior en la que, por un lado, necesito diluirme en la masa, no ser altavoz de ideas disonantes que aún no tienen sitio ni hora. Pero enseguida el evangelio de Juan y los letreros que la COPE tiene en sus emisoras me justifican: "La verdad os hará libres". Presiento que si el tal Jesús pronunciase hoy esta frase la completaría: "La verdad os hará libres... y pobres, muy pobres".

Porque no se puede ir por ahí diciendo la verdad cuando los que tienen el dinero, que da el poder, se encargan de que no se miente. Y entonces se miente, vaya que si se miente al no mentar.

Algunos nacimos para comunicarnos en exceso, para contar lo que sucede a nuestro alrededor y dar la visión de esa realidad tratando de contar con todos los datos a nuestro alcance (alcanzando mucho). Otros lo convirtieron en oficio y profesión, en una carrera universitaria que desde hace años se entiende como una fábrica de futuros profesores que se encargarán, a su vez, de ir educando y formando a los que serán profesores de los que piensan en seguir dentro de la docencia como única salida en un mundo laboral donde no hay sitio para los que aún creen en la verdad.

Un amigo, profesor de la Facultad de Derecho, me decía que había que ser prudente en una sociedad como la nuestra, que a veces convenía morderse la lengua -con la seguridad de no morir envenenado- sabiendo que la palabra es un arma con la pólvora mojada (en días como este, nada hay cargado de futuro). Y yo lo intento. Quizá mi falta de voluntad, el apasionamiento sosegado y flácido que me caracteriza, no sean una tierra adecuada para que germine lo políticamente correcto. Y creo ser correcto, me tengo por sincero, sin otros intereses que la justicia y la verdad -sobre todo la que me toca de frente-, con la conciencia tranquila, atentando contra la transparencia prohibida y afrontando la realidad que me impone mi amo. Porque la fidelidad no me impide ser libre.

Juro que lo intento.

NOTA: Este texto lo escribí en febrero de 1999. No recuerdo si llegó a publicarse. Quince años después sigo pensando lo mismo. Y lo publico.