Sobre la nada

Aquí me tienen, elucubrando sobre contiendas electorales y cuestiones baladíes como quién será el cabeza de cartel del partido socialista para seguir el consabido baile del bipartidismo español. Un clásico, vamos. Esto de esperar el advenimiento del Mundial es lo que tiene, una época de sublime aburrimiento apenas trufado por los disturbios catalanes. Uno se cansa hasta de los turcos, de los sirios, de los ucranianos y hasta de la insólita familia Le Pen, esa que proclama el racismo como programa electoral y luego hace lo que le sale de la vagina de sus señoras. Con todos los respetos, eso sí. No sé, está la actualidad tan absurda que uno se pregunta dónde está la nada, esa con la que nos enfrentamos día a día a los titulares, las mañanas de radio y hasta a las portadas digitales. En realidad no pasa nada y los de arriba siguen en lo suyo y nosotros en lo nuestro, buscando un rayo de sol para sentarnos en la terracita y comprobar que el curso se termina y a ver de dónde saco para los libros de las criaturas, las vacaciones cada vez más menguadas y los dichosos campamentos de verano. Sí, mis dilectos lectores, uno está perdido en la nada cotidiana, esa que no escribe columnas magistrales ni sesudos análisis de la realidad sociopolítica, esa que pasa las horas en el trabajo, en la casa y en la charla relajada con el compañero de trabajo que está igual de fastidiado. La nada es lo que tiene, es como la espuma de la cerveza. Por eso ni nos inmutamos cuando vemos a Chacón sacando dentadura y a Madina dejándose querer, después de todo, eso se quedará en nada, como las buenas intenciones. Quizás podemos pensar de otra manera, o quizás sencillamente haya que buscar, en el trasiego cotidiano, un lugar para sentarnos y no pensar en nada. Qué nihilista me estoy volviendo, muy queridos lectores míos.