Reflexiones electorales

De pronto se produjo el terremoto.

La campaña para las elecciones al Parlamento Europeo transcurrió conforme al guión previsto, entre la aparente indiferencia ciudadana, la reiteración de las consignas de los partidos instalados en la rutina, y el bipartidismo de los medios de comunicación, para los que todo se reducía a una nueva pugna entre el Partido Popular y el Partido Socialista.

Todos convencidos de que nada iba a pasar, de que se trataba de un mero trámite tras el que todo seguiría igual. ¡Y vaya si ha pasado¡, casi se resquebrajan los cimientos del sistema a la primera sacudida: el gobierno y el partido popular totalmente desorientados, y casi en estado de pánico por la aparición de la izquierda alternativa, un Partido Socialista en el que ya afloran sin pudor sus miserias internas y que ya ve cerca el precipicio, y una Izquierda Unida que descubre con estupor que no es la referencia de la izquierda social.

Es evidente que lo más significativo ha sido la explosiva aparición de Podemos, que ha irrumpido con tal fuerza que ha descolocado todas las piezas del tablero y ha sido determinante para todos los demás.

Para el Partido Popular porque sabe que por fin se ha encontrado un instrumento capaz de articular una respuesta alternativa; basta ver cómo han reaccionado estos demócratas de toda la vida, lanzándose al insulto y a la descalificación personal, descubriendo su verdadero rostro fascistoide.

Para el Partido Socialista porque sabe que esta nueva izquierda no se va a dejar domesticar por unas migajas de poder, por lo que no va a poder seguir apelando a una hueca "unidad de la izquierda" con el único fin de gobernar para hacer la misma política que dice combatir.

Izquierda Unida es posiblemente la gran perdedora, y así se va a poner de manifiesto a medida que pase el tiempo. Ha caído en el mismo error prepotente en el que ha estado instalado el PSOE durante mucho tiempo, con una nueva versión de la "casa común", convencidos de que iban a tener el apoyo de la izquierda real solo por tener mayor estructura que los demás; instalada en la dinámica institucional ha dado la espalda a la calle y ha renunciado a construir una política alternativa partiendo de la participación real. Dos declaraciones de su cabeza de lista en estas elecciones ponen de manifiesto la ceguera con la que están actuando: la primera se produjo al final de la campaña Willi Meyer solicitó el voto a Izquierda Unida argumentando que si ésta crecía podría determinar gobiernos en futuras elecciones, asumiendo así su papel de muleta del PSOE, su renuncia a la construcción de la alternativa, su carácter subsidiario, su pequeñoburguesa aspiración a entrar en cualquier gobierno (Qué lejos de aquella valiente Izquierda Unida de Julio Anguita que mantuvo el discurso de las dos orillas, denunciando la sustancial semejanza de PP y PSOE, y que anticipaba la lucha contra el bipartidismo que por fin parece que hemos asumido); la segunda ha sido su reacción ante los resultados electorales, ofreciendo ahora un proceso constituyente de unidad de la izquierda con fines meramente electorales y de freno a un movimiento social al que tienen miedo porque no se deja controlar.

Esta sociedad no está dormida, algo se está moviendo, y comienza a salir a la superficie, a exigir un cambio real. Los pueblos tardan en ponerse en pie, pero cuando lo hacen pueden ser imparables, y quien prefiera mirar a otro lado corre el riesgo de ser arrollado.