Anonimato, refugio de cobardes y descerebrados

Antes de nada quiero anticipar que no soy muy dado a la lectura de los espacios, que en la red se colocan después de un artículo o una noticia, para que quien quiera deje un comentario o una opinión. Pero a veces uno se topa, sin pretenderlo, con ellas. El martes pasado, en este mismo espacio, hacía referencia a ello, pero hoy dedicaré, esta modesta columna, de lleno al asunto.

La gota, mejor dicho, el chaparrón de "anónimos" que han caído refiriéndose al asesinato de una mujer hace pocos días en León. Me han confirmado lo que ya temía, que en esta sociedad hay unos elementos con el cerebro en fase de putrefacción avanzada que pueden, y esto es lo peor, contagiar a los elementos más débiles.

No estoy en contra, ni mucho menos, de que cada cual pueda manifestar de forma alta y clara su opinión, sea esta la que sea. Incluso defiendo que estos descerebrado puedan pronunciarse, puedan decir lo que piensan, eso sí, dando la cara, sin ocultarse en nombrecitos tan originales, como solamente ellos saben encontrar.

¡Pero no confundamos opinar, con vomitar odio y resentimiento!

¿En qué cabeza cabe el justificar un asesinato, e incluso dar muestras de alborozo y alegría porque se ha quitado la vida a una persona? Solo una mente enferma puede dar cabida a tales sentimientos.

Estos energúmenos proliferan por toda la geografía internaútica, parece que estuvieran a la caza de alguna noticia escabrosa para revolcarse en ella. Si se tropiezan con que un grupo de personas de buena fe pretenden hacer algo por mejorar nuestra sociedad, allí están ellos para reírse e insultar a cuantos participen en este tipo de actos.

Cuando hablo de cobardía no me refiero al miedo lógico ante una situación que no somos capaces de controlar. Llamo cobarde a quien que no se atreve a enfrentarse a las consecuencias derivadas de sus propios actos. Y por lo tanto optan por ocultarse tras el escudo del anonimato.

No sé si la Justicia tendrá capacidad y si la tienen, hasta qué punto, para poner coto a estas actuaciones y para castigar a estos individuos. Pero me temo que si actúa, sobre todo si lo hace de forma contundente, (siempre dentro de la Ley) saldrán de sus madrigueras legiones de defensores de estas actitudes, confundiendo, y tratando de confundir, argumentando que eso es atacar a la libertad de expresión.

Por eso, tal vez, lo mejor sea, si se da con ellos, recluirlos durante una temporada en algún sanatorio, donde atendidos por profesionales, les hagan recapacitar y entender lo enfermos que están. No es fácil que una persona reconozca que tiene un problema de ese tipo, por eso la tarea será dura y larga.

Me consuela pensar que estos individuos son una minoría en nuestra sociedad, que la inmensa mayoría goza de una mente sana y que la utiliza para argumentar y opinar con respeto al otro y a sus ideas.