'Santos´

Esta mañana hemos visitado, en la iglesia de San Pantaleón, en Roma, la Casa General de los Escolapios, que San José de Calasanz compró en mil seiscientos y pico siguiendo el principio de que en asuntos pastorales, o sea, de llevar la fe cristiana a la práctica concreta, "se hace lo que se debe para, inmediatamente, pasar a deber lo que se hace". Calasanz tenía una idea brillante in mente, una idea con futuro: la escuela tenía que ser para todos los niños de Roma, no sólo para los "niños bien". Las ideas arriesgadas es difícil que encuentren financiero que las pague, pero a veces hay financieros brillantes capaces de anticipar el futuro. Incluso hay algún financiero que, además de dinero tiene fe, fe en la humanidad y en Dios, porque gente rara y gente buena hay en todas partes si se saben buscar. La idea brillante era poner una escuela gratuita en el centro de Roma, para que estuviera lo menos alejada posible de la vivienda de los niños. Esta cabezonería de poner en marcha escuelas gratuitas de calidad para todos los niños era revolucionaria, nunca se había hecho así, ¿y para qué queremos que todos sepan leer? La humanidad ha tenido siempre gente bien lista y nunca hizo falta que todos fueran a la escuela. "Siempre se ha hecho así" es una excusa vieja que tropezó con un aragonés, José de Calasanz, venido a Roma dispuesto a hacer carrera consiguiendo un puesto de canónigo en Zaragoza, que decidió quedarse cuando las autoridades de los Estados Pontificios decidieron a su vez no apoyarle. Es bonito lo que Vd. propone, y muy evangélico, pero nunca se ha hecho así. Con un aragonés convertido al Evangelio habían topado.

Habíamos llegado demasiado pronto a San Pantaleón, por lo que decidimos visitar previamente la iglesia de San Felipe Neri, el apóstol de Roma. Otro que tal bailó y no quiso quedarse con una Iglesia enclaustrada en luchas de poder, en politiquerías y corruptelas varias y, en tiempos de la Santa Inquisición, fue capaz de dejarla a un lado haciendo reir a los adolescentes de Roma, jugando con ellos en la calle, gastándoles bromas y llevándoles a rezar o en alegre peregrinación por las siete iglesias principales de Roma, 25 km a pie, que el cansancio no es tal cuando abunda la alegría del Evangelio. Por cierto que a Calasanz tampoco le importó saltarse, respetuosamente, a la torera la Santa Inquisición enviando a sus maestros jóvenes más prometedores a estudiar Matemáticas con el que más sabía: Galileo Galilei, condenado a prisión domiciliria por "la Santa", que a eso la había reducido el ácido humor romano.

La historia de la Iglesia está llena se creyentes, algunos de ellos y ellas reconocidos después como santos, que no se creyeron el "siempre ha sido así", como Francisco y Clara de Asís, que vieron claro que el Evangelio tenía que volver a donde solía: a los pobres y a las mujeres, a los leprosos, abandonados de todos en las sombras de los boques medievales, a la gente del campo amenazada por el furor destructivo de los cátaros, que traían mucha rebelión y poca esperanza. Y como la Iglesia siempre ha sdo custodia del Evangelio a pesar de los muchos pecados de sus miembros, siempre hay un obispo Guido capaz de entregar su capa a Francisco para que se tape y un cardenal Hugolino que le redacte los discursos en latín.

Esta es la movida espiritual en que ando ahora metido en este Curso de Actualización para sacerdotes al que me he apuntado en Roma: si el Evangelio fue capaz de transformar la cultura romana, violenta y esclavista, si la dama pobreza de Francisco de Asís y Domingo de Guzmán devolvieron la Iglesia a quienes siempre perteneció, si el humor evangélico trasformó al pueblo de Roma y la cabezonería aragonesa-evangélica la dotó de escuelas abiertas a todos los niños, seguro que sabrá transformar también nuestro "siempre ha sido así" tan charro y tan paralizante. De hecho, ya lo está transformando ¿no lo notáis? Hay que hacer lo que se debe, aunque no tengamos, de momento, los recursos necesarios para hacerlo.