De coches y aparcamientos

A mi señor padre no le salen las matemáticas. Resulta que se pregunta el por qué de tanto coche en nuestra ciudad recoleta y provinciana y no se para a pensar que, en esta familia nuestra, no solo se reproducen los hijos, sino los automóviles. Lejos quedó el tiempo de la ranchera donde nos amontonábamos en el maletero a despecho de las actuales reglas de tráfico que no permiten que uno duerma en el asiento trasero con la cabeza en el regazo de la madre como era menester. O el hecho de que el hermano pequeño tuviera que viajar entre las piernas o sobre ellas de la sufrida primogénita. Nada, los tiempos cambian y si tenemos seis nietos en la familia también somos los sufridos pagadores de seis coches entre todos que cotizan al ayuntamiento para que este nos deje circular y hasta aparcar. Sí, muy queridos y dilectos lectores míos, en medio de todas estas vainas de subterráneos a los que se niegan los vecinos con razón, la idea del señor edil máximo de urbanizar solares llenos de baches y coches merece una ola tan grande como un tsunami. Las cosas como son, los coches no votan al alcalde Mañueco, pero los pagadores de impuestos sí, esos que hemos visto como los coches se multiplican y hasta procrean, porque el de mi hermano está lleno de miniaturas rodantes que van de un lado a otro cuando toma una curva. Mi sobrino aún va a la guardería, pero este será de los que matricule la moto en cuanto le dejen. Nos ha salido un Márquez en potencia y no dejen ustedes las llaves del coche cerca de él porque capaz de probarle los caballos al mismo.

Aboguemos pues por dejar un espacio libre a los sufridos coches que nos han acompañado a lo largo de esta vida nuestra, primero a mogollón familiar y luego en la soledad egoísta de nuestros primeros sueldos. Sé que la cosa no queda muy ecológica y que habría que abogar por erradicar tanto coche de una ciudad que, verdaderamente, ni los necesita ni puede permitirse un parque móvil tan amplio? pero cualquiera se libra de su hijo tonto, lo digo porque el mío me gasta plaza de garaje, poca gasolina y todo el aditamento del seguro y la ITV amén del impuesto del señor Mañueco, pero tarde me desprendo yo de este trasto maravilloso que me ha llevado a trabajar y que ahora no saco por la ciudad porque me pone de los nervios dar mil vueltas para dejarlo. Que uno también tiene su corazoncito, ese con unos cuantos caballos y un par de rasguños en el corazón, cuánto quiero a mi coche, señor alcalde, el mismo que lo único que necesita es un cachito de solar y menos subterráneos, señor mío?