¡Pan, trabajo y techo!

El pasado 1º de mayo tuvo lugar, como todos los años, la conmemoración de la represión de la huelga general del Chicago del mismo día de 1886 en la que varios trabajadores perdieron la vida a resultas de los disparos indiscriminados de las fuerzas del orden sobre la multitud que pedía los tres ochos: 8 horas al día de trabajo, otras 8 de ocio y tiempo libre y otras 8 de descanso, es decir, casi lo mismo que pidió la plataforma del 22-M el pasado miércoles en cientos de sedes del trasnochado INEM de todo el territorio español, aunque el eslogan fuera en apariencia distinto: PAN, TRABAJO Y TECHO.

La proclama que publicó el periodista Adolf Fischer tras los acontecimientos de Chicago de 1886 decía así:

Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!

¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.

Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.

Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.

Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costoso y se bebía a la salud de los bandidos del orden...

¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!

¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.

Uno piensa en si tiene que pasar lo mismo otra vez para que nos demos cuenta que las cosas no han cambiado tanto, bueno sí, algo ha cambiado, entonces las huelgas y protestas las hacían cientos de miles de trabajadores al unísono ya fueran anarquistas, comunistas o socialistas. El pasado jueves cada grupo fue por su sitio, nadie quiere mezclarse con los otros, los discursos fueron casi iguales en cada grupo, y si alguien recorrió entera la pequeña manifestación de Salamanca se tuvo que dar cuenta de que las diferencias radican fundamentalmente en la gestión interna de cada grupo, en si hay liberados sindicales o no, en si se negocia con los empresarios o no, en si hay más o menos afiliados, si tal o cual central sindical tiene más corruptos que la otra?

Una pena, al igual que las sectas religiosas cada grupo se cree en posesión de la verdad y los agnósticos, es decir, el resto de los trabajadores se van a pasar el día a la playa o a la sierra, según caiga, desvirtuando el sentido de una fecha histórica, mientras los causantes del desaguisado siguen bebiendo el vino caro y brindando por las muertes ahora silenciosas (no usan balas, de momento) y dejando atrás millones de parados, desahuciados y excluidos.

Algo debiera ocurrir en las mentes de las gentes de izquierdas, algo hay que hacer a favor de la unidad de la clase trabajadora, que va (vamos) perdiendo la guerra por goleada y ese algo es una revisión a fondo de los planteamientos, de las actitudes personales y colectivas. La plataforma del 22-M, sin partidos ni sindicatos concretos es, o puede ser, el lugar donde nos reunamos a mirar qué es lo que nos une y no lo que nos separa. La acción de protesta en los INEM del miércoles y las posteriores deben ser un ejemplo de ello, si no es así estamos perdidos, Rajoy seguirá contentísimo y los poderosos seguirán bebiendo vino caro y brindando por la muerte de los demás.

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Victorino García Calderón

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