JULIO FERNÁNDEZ / profesor de la Usal
A pesar de ello, Rajoy no se apea del discurso triunfalista de una recuperación económica que sólo ven los miembros del Gobierno y del PP, declarando que "estoy muy contento, las cosas van bien y van a ir mejor". La ministra de Empleo, Fátima Báñez, viene manifestando desde hace tiempo que "la recuperación va sobre ruedas". No sólo no es cierto que la tasa de desempleo está descendiendo (actualmente se encuentra en el 25,9 %, en los jóvenes más del 50%) sino que producto de las últimas reformas de este Gobierno los derechos de los trabajadores se están pisoteando descaradamente y las condiciones laborales son precarias e incluso vejatorias para el ser humano.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que con la nueva legislación de empleos basura, las conductas de jefes y empresarios hacia los trabajadores suponen hostigamiento, hostilidad y humillación que atentan contra la integridad moral de los mismos, es decir, parece que asistimos a la perpetración de un permanente y continuado acoso laboral (más conocido por el término anglosajón de mobbing) hacia la clase trabajadora.
Y ante ello, nuestros dirigentes gubernamentales, cubiertos por el manto de la indignidad, se ratifican en el 'sostenella y no enmendalla' como los hidalgos españoles del XVI, para quienes un caballero nunca pide disculpas, aunque se equivoque, porque lo importante es mantener su honor. Lo mismo les da que los ciudadanos protesten, se quejen, se reúnan o manifiesten contra los recortes y sus políticas caciquiles y corruptas.
La mayoría absoluta que disfruta el PP en el Parlamento les garantiza que nada va a cambiar. Parecen herederos de Goebbels , jefe de la propaganda Nazi de Hitler, para quién "una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en verdad". Lo que hay que hacer para mantenerse en el poder, como decía aquél líder genocida alemán es "mentir, mentir, mentir que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá".
La prueba más irrefutable de esto es todo lo relativo a la investigación de los presuntos delitos relacionados con la corrupción política cometidos por la trama Gürtel y Bárcenas y en los que están presuntamente implicados varios dirigentes Populares. Así lo acreditan Los informes policiales de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) entregados al juez Ruz.
Según estos informes se confirman las declaraciones de Bárcenas por las cuales el PP tenía una Caja B generalizada y sostenida en el tiempo con la que hacía pagos en dinero negro. No sé de qué se extraña la vicepresidenta del Gobierno, Sáenz de Santamaría cuando se la acusa de cobrar sobresueldos diciendo que es una infamia, un libelo (publicación duradera de una difamación en la que se denigra a personas o cosas), una indignidad o una bajeza. Infamia hacia España y los españoles es como puede calificarse la conducta del Gobierno y los dirigentes del PP en su constante negación de su participación en casos de corrupción. Indignidad es hacernos comulgar con ruedas de molino a los ciudadanos con una supuesta recuperación económica cuando hay casi seis millones de parados. Indecencia es que uno de cada tres niños en España (concretamente 2.226.000) vivan por debajo del umbral de la pobreza. Bajeza de un Estado es que algunas personas mueran porque no tengan dinero para pagarse las medicinas o en los pasillos de las salas de urgencias de los hospitales. Inmoralidad es que muchos estudiantes tengan que dejar de hacerlo por los recortes en las becas y el incremento de las tasas universitarias. Irresponsabilidad es que la Secretaria de Estado de Educación, Montserrat Garmendio, culpabilice a los profesores de los males de la educación en nuestro país por sus "elevados salarios", cuando perciben, en general, menos retribuciones que sus colegas de la Unión Europea y, concretamente, han perdido un 30% de poder adquisitivo desde el inicio de la crisis. Y perversión es, concluyendo, el mundo de la política tal como se concibe en nuestro país, que está plagado de virreyes incompetentes y corruptos, y en casi todos los partidos políticos, por desgracia.