"La igualdad irreversible"

En la Igualdad, tanto en la esfera pública como en la privada, hemos llegado a un punto de irreversibilidad, la progresión ha sido muy importante, casi espectacular, si la miramos en términos históricos. Esto no quiere decir, naturalmente, que sea suficiente, pero el horizonte de una democracia paritaria, el reparto de responsabilidades y de tareas en el mundo del trabajo externo y en el seno de la familia, es un horizonte que ya se ve.

Ha habido grandes resistencias y las más fuertes se han dado entre los hombres. Sin embargo los roles sociales tradicionales han cambiado. Algunos factores muy profundos los han hecho cambiar en nuestra sociedad, como el de la educación, no sólo por suponer un avance sustancial en la igualdad de oportunidades, sino por el propio hecho desconocido, e incluso inimaginable en generaciones no muy lejanas de la educación mixta que ha cambiado la mentalidad de los y las jóvenes, de chicos y chicas que tienen una aproximación a esa relación, a la relación hombre-mujer, completamente distinta. Y esto, sin duda alguna, abre una gran vía de esperanza para que las distintas generaciones, algunas de las cuales se resisten a aceptar psicológicamente, aunque intelectualmente lo aceptan, que tiene que haber un reparto de roles en la esfera privada, en la casa y en la calle, en el trabajo y en la política.

En nuestro país, la lucha por la igualdad, que han protagonizado, casi exclusivamente las mujeres, tiene que continuar. Hemos llegado a un punto crítico para que ya el proceso no se vuelva atrás. Pero atención porque puede haber amenazas ante este proceso. Hay algunos brotes de nuevos fundamentalismos intentando relegar a la mujer, pero en nuestra sociedad, salvo grandes conmociones, es y debe ser un hecho adquirido.

Tenemos un horizonte de esperanza, pero los peligros son evidentes y de todos los días. Persisten, como vemos en los medios de comunicación, situaciones extraordinariamente dramáticas que nos retroceden a otras épocas.

En una consideración estrictamente económica, el despilfarro que supone desconocer la mitad del capital humano, es un error de concepción y de perspectiva. Pero además desde el punto de vista de los derechos individuales, de los derechos a la igualdad, la tragedia es de pobreza de capacidad. En el momento en que seamos capaces de suponer las fronteras de un trabajo específico de mujeres, estaríamos dando un salto gigantesco.