La Gran Vía, ese suburbio del centro

Incesante, desquiciante, repetitivo, ensordecedor y peligroso. Así es el ruido de los mastodónticos autobuses que hacen sus paradas en la Gran Vía de Salamanca. Sus motores que rezuman vibraciones, capaces de mover los cristales de las ventanas de un cuarto piso y trepanarte la cabeza hasta la saciedad, y el incesante tráfico rodado, hace que vivir en la que fue, según la Doctora en Historia del Arte Sara Núñez Izquierdo: "Un hito en la historia de la construcción de Salamanca", resulte insufrible y decepcionante.

Es triste ver cómo clavan sus ojos en el cielo los pocos empresarios que ocupan los locales de la Gran Vía, para ver si un "nublado" viene a inundar sus negocios por culpa de una obra que diseñó algún incompetente ingeniero del Ayuntamiento años atrás. Este "mengano" (por no llamarle "fulano"), colocó el alcantarillado por encima de los desagües de los edificios; así que, cuando cae agua en tromba, el agua anega locales, carboneras, garajes, trasteros y todos los espacios que están por debajo de la acera.

Los fines de semana, cuando el tráfico merma y los autobuses dejan de circular, aparecen en escena los energúmenos ebrios. Personas (por ser deferente) que lo único que hacen es gritar, ensuciar, destruir, pelearse y orinar en mitad de la vía pública, sin que el ciudadano que reside en la Gran Vía pueda hacer nada más que soportar a estas hordas de salvajes.

Lo que me sorprende es que, los señores del poder que ocupan el Ayuntamiento, pongan hora a los locales de hostelería (generalmente insonorizados) para evitar el ruido, cuando el escándalo se produce fuera de dichos locales y que, por consiguiente, es competencia de la policía y no de los empresarios de hostelería.

Estoy completamente de acuerdo que, en estos momentos, los ingresos de Salamanca, en su mayoría, son gracias al turismo y que, por lo tanto, tengamos que adaptar Salamanca a los visitantes que vienen a dejar sus "perras" en nuestra ciudad. Pero no podemos cometer los errores de otros lugares. Un ejemplo claro es Florencia; en 1992 visité esa hermosa ciudad y comprobé que todo el centro era peatonal, trece años después volví y ya no lo era. Por algo sería. Habían conseguido un término medio: Aceras anchas y calzadas de un solo carril, desviando la masa del tráfico rodado a un cinturón que circunvalaba la ciudad.

En Salamanca tenemos ese cinturón: Paseo de Canalejas, Avenida Mirat, Avenida Alemania. Ahí es por donde deberían circular la masa del tráfico rodado. Para eso se planificó. No se puede convertir la Gran Vía en una estación de autobuses, ya que es parte de la zona turística de Salamanca (prueba de ello son sus edificios catalogados). No pongan todo el centro de Salamanca peatonal ya que, a la larga, los comerciantes de las vías pequeñas sufrirán la merma de sus ingresos, como les está pasando desde que son calles sin tránsito, a los comercios de las calles Rector Tobar y Rector Lucena; y si no se lo creen, pregúntenles.

Conviertan las calles en zonas mixtas de tráfico y peatonal, con aceras anchas y un solo carril. Aprendan algo de ciudades más turísticas que la nuestra, controlen las calles los fines de semana para que no parezca el "Wild West" y, por supuesto, no dejen que la Gran Vía sea un suburbio del centro.