Cuarenta años contra treinta y cinco

Refrescando las memorias, la primera república española duró desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874 fecha en la que un pronunciamiento militar propicia la restauración borbónica. Es decir, un año y medio de efímera democracia. El 14 de abril de 1931 da comienzo la segunda república que finaliza el 1 de abril de 1939 tras otro alzamiento militar. O sea ocho años de democracia envuelta en una sangrienta guerra civil. Franco, nuestro dictador, murió gobernando el 20 de noviembre de 1975 y se promulga nuestra segunda Constitución el 29 de diciembre de 1978. Total, unos y exclusivos treinta y cinco años de "efectiva" democracia. A partir de los cinco años de edad más de la mitad de los españoles nos hemos criado escuchando cantar "El cara al sol". Me preguntarán: ¿a qué viene todo esto? Viene a propósito del sainete montado en un carril-bus de la Gran Vía y protagonizado por la condesa consorte de Bornos y Grande de España, Sra. Esperanza Aguirre. Como diría Carlitos Gardel: "treinta y cinco no son nada". Nada son o son muy pocos años para que nuestros dirigentes y, por desgracia, todavía una gran parte del pueblo español dejen atrás la cultura del privilegio, del enchufismo y del "no te metas en política". La Sra. Aguirre no se lo podía creer. No se podía creer que "Ella" fuera interpelada por unos insignificantes "agentes de la movilidad" que cumplían con su deber. Un deber impuesto y exigido por ella misma cuando era "Sra. Presidenta". Más aún, se permitió el lujo de cuestionar la idoneidad profesional de alguno de ellos al sufrir un "ataque de ansiedad". Yo creo que si soy un agente de esos, padre de dos hijos, sabedor de cómo funciona el sistema y, por hacer un poco de demagogia, con una hipoteca sobre mi cabeza hubiera sufrido no uno, más bien dos ataques de ansiedad. Si la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo, hubiera actuado como Esperanza Aguirre no habría durado en su puesto ni veinticuatro horas. De todas maneras, ella no es tan culpable como el "rojerío" la juzga, sin la menor compasión. Ella, ya sexagenaria, es otra víctima de una educación privilegiada. Digo otra víctima por lo del septuagenario y los elefantes en Botswana. Sin duda, treinta y cinco años no son nada. Aún nada, para que el grueso de la ciudadanía deje de encontrar simpático a Jesús Gil (¡qué tío listo¡), a la abeja de Ruiz Mateos (¡qué tío listo y devoto¡), a Mario Conde, Miguel Blesa, a los trajes de Camps, a Fabra el afortunado, a Rato el magnífico, a los diez mil quinientos aforados, a los señores diputados que cobran dietas siendo poseedores de piso(s) en la capital del reino, a la financiación ilegal de partidos políticos...`¡Basta!, la lista es larguísima y el espacio acordado con la redacción corto. En suma, nosotros, muchos, los españoles de a pié seguimos con el mismo pelo de la dehesa. Cuarenta años de dictadura contra treinta y cinco de democracia es, al día de hoy, el resultado del encuentro. Y esta prolongada derrota se nota, ¡vaya qué se nota!