En busca de la Excelencia perdida. El Origen.
El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices. Oscar Wilde
Publicado el 14 de abril de 2014
Después de esperar más de quince ruidosos minutos, el ordenanza reclamó silencio a aquella especie de gallinero.
Los docentes fueron callando?
-He convocado este claustro extraordinario -comenzó diciendo el Director de nuestro Instituto-, con un solo punto en el orden del día; cómo conseguir que nuestro Centro alcance la calificación de "Magnífico". Para emprender la búsqueda de la Excelencia y que sobresalga en la estimación que las gentes tienen de los institutos de nuestra ciudad, contamos con la inestimable ayuda y la experiencia de dos asesores ministeriales que el Gobierno Central, preocupado por la malísima calificación que obtienen nuestros alumnos en los informes europeos sobre Educación, quiere alejarnos de los puestos inferiores de la tabla, indignos para un país culto, moderno y progresista como España.
El silencio era general.
-Les cedo a ellos la palabra ?terminó su intervención el Director.
-Excelentísimos señores claustrales ?el primero de los trajeados asesores tomó la palabra.
A mí me recordaba vagamente a Groucho Marx. Desde que había entrado le miraba con atención y cuando dijo: "Este Instituto es una gran institución. Por supuesto, si a ustedes les gusta trabajar en una gran institución". Ya no lo dudé; era su reencarnación. El asesor siguió con una perorata que fui incapaz de seguir porque? he de decirlo, me perdí. Estaba pensando en otra de las máximas de Groucho; "Si eres capaz de hablar sin parar, al final te saldrá algo gracioso, brillante e inteligente", cuando le oí comentar;
-Estamos asistiendo a la pérdida de identidad de las personas de nuestros barrios por una masificación despersonalizadora en barriadas, con desarraigo de los alumnos que sienten que no pertenecen a ningún sitio. Estas zonas, cultural, social y económicamente más débiles, han sufrido en esta crisis una mayor incidencia del paro, lo que ha empujado a muchos jóvenes a la marginalidad.
Definitivamente, era Groucho.
El otro no articulaba palabra. Estaría allí para hacer bulto. Pero no, vi que le ponía ojitos a las compañeras de la primera fila. De pronto, se me ocurrió; ¿No sería Harpo? Vete tú a saber. Los dos se habían puesto el mismo traje, la misma camisa, la misma corbata y la misma sonrisa. Esa que te hace tentarte la cartera porque la notas desvalida. El primero seguía hablando?
-Entonces esperamos sus aportaciones a este estudio que elevará a la cima de la Excelencia a este Instituto. Contamos con ustedes. Muchas gracias.
Me propuse colaborar. Mis compañeros también. Nuestra pequeña Comunidad Educativa en pleno se puso manos a la obra.
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