Sombras marcadas

Aquella noche, como todas, Carlitos prefirió cruzar la frontera que la separaba del día en compañía de su madre, mientras esta como siempre, le procuraba un vaso de leche caliente. Ya tenía más de diez años, pero aún sentía la miedosa pereza de cambiar de estado en soledad.

Su pequeño cuerpo se amoldaba a la cama mientras de repente un segundo de valentía lo desligó del sueño y lo atrajo a la vigilia. "Mama, me gusta Carla? todos los niños de clase tienen móvil y calzan unas reebook nuevas, su mochila es adidas y su polo lacoste ¿por qué yo no?, creo que nunca se fijará en mí,? Lo máximo que he llegado a tener son unas nike de segunda mano tres números más de los que yo necesito,? Creo que en el cole me llaman Pato".

La respuesta de su madre enlazó con leves briznas de leche volatilizándose entre sus manos: "Carlitos, creemos que teniendo cosas materiales podemos hacer más y así seremos mejores. ¿No sería mejor que se fijara Carla en ti por cómo eres? Imposible mama, no soy ni la sombra de mis amigos,?" Replicó Carlitos.

"¿Sombra, Carlitos? Todos tenemos sombras adheridas a la tierra. Hace un tiempo yo no podía vivir sin cosas y más cosas. Estaba sujeta a lo que los demás dijeran y pensaran. Estas cosas alimentaban mi sombra. Caminaba de espaldas al sol y la sombra, cada vez que la perseguía, crecía y crecía. Se hacía más larga e inalcanzable mientras mi cuerpo cada vez se hacía más pequeño e insignificante. Yo era una simple marca en el suelo.

Un día decidí cambiar de sentido y empecé a caminar de frente a la luz. Fue difícil e incluso me cegué por un instante, pero descubrí que mi sombra se hacía cada vez más pequeña y mi ser cada vez más grande. Hubo un punto incluso en el que desapareció. Fui yo misma, pude hacer lo que yo quise y tuve lo que desee. Cambié el sentido y eliminé la sombra?"

Al día siguiente Carlitos, en el patio del colegio se afanaba en ir hacia la sombra y en contra de ella, comprobando que lo que le dijo su madre la noche anterior, era verdad. Carla desde lejos lo observaba con atención mientras el resto de los niños jugaban distraídos. Al rato, estaban juntos caminando hacia el sol. A partir de ahí, no hubo rastro de sombra y la única marca que tubo Carlitos, fue la del beso de Carla en su mejilla,?

Vivimos observando sombras que se mueven y creemos que eso es la realidad.

La Caverna. Saramago.