Huelga por la educación
Detenidos, barricadas, quema de contenedores, destrozos de material inmobiliario, cortes de acceso a edificios públicos y órdenes de desalojo. Más que una protesta por la educación parece que estamos hablando del escenario de un conflicto bélico.
Las huelgas por la educación convocadas esta semana en varias ciudades del país- y en especial la del pasado miércoles en Madrid- han dado que hablar pero lamentablemente no tanto por los motivos de la protesta sino por los medios utilizados para hacer llegar el mensaje.
Los manifestantes tienen razones más que legítimas para salir a la calle: se lanzan en pro de la defensa de la educación pública, en contra de la subida de tasas y la reducción del presupuesto para las universidades, el recorte en becas o la precarización del empleo. Consideran en definitiva que la universidad, tal y como la concebimos hoy, se está desmantelando. Estamos de acuerdo. Es urgente y necesario tomar medidas para mantener una educación superior de calidad aunque el contexto económico actual no sea el más propicio.
No obstante, también creemos que algunos de los métodos utilizados han empañado la causa inicial a pesar de ser muy loable. Si se emplea la violencia, quizá por la anexión de grupúsculos radicales, cualquier negociación posterior llega truncada. Con reacciones agresivas, intuimos, se puede correr el riesgo de agrandar más el problema que de solucionarlo.
Es por ello necesario asentarse en posiciones de reivindicación más pacíficas, más pacientes ante las negativas y con espíritu de diálogo. Sólo así se puede llegar a construir un marco educativo en el que todos nos sintamos escuchados y reconocidos.
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