Ratón de campo, ratón de ciudad

Así se titula un cuento tradicional con el que se comparan las vidas del campo y de la ciudad, y cuenta como cuando estás acostumbrado a vivir en uno de los dos sitios el otro, aunque a priori puede parecer atractivo, a medio plazo nos resulta incómodo y echamos en falta las rutinas y la seguridad que nos ofrece "lo malo conocido".

Este pasado fin de semana he tenido la suerte de hacer una escapadita rural, a la vecina comarca de las Hurdes, con la mejor compañía que podía tener (y con esto le hago un guiño de complicidad a mi acompañante).

Salir de la rutina, hacer todo sin mirar el reloj, dedicarte un tiempo a hablar con un desconocido que tiene mucho que contar, ver amanecer, descubrir sitios nuevos, disfrutar de la comida, mirar un cielo estrellado, rencontrarte con quien te acompaña, hospedarte en una antigua posada de un pueblecito del que te sales si caminas más de cinco minutos,?, dos días para reponer energías y volver al ritmo cotidiano, en la ciudad (y eso que Salamanca no es muy grande)

A la vuelta me hecho la pregunta: ¿realmente sería capaz de adaptarme al ritmo del pueblo?, ese cambio drástico de aquellos que eligen apartarse del mundanal ruido, del que me habló una de las personas que conocí este fin de semana, que dejó su trabajo como freelance en la capital para los medios de comunicación para irse a vivir a un pueblecito de montaña, y por supuesto todo por amor, el motor que mueve el mundo.

Respondiendo a la pregunta, supongo que sí; el ser humano es capaz de adaptarse a casi todo, pero también estoy seguro de que echaría en falta muchas de las cosas que ofrece la ciudad, incluso hasta las que ahora me parecen incómodas, aunque no todo, seguro, al igual que alguna de la personas con las que me he cruzado estos días me relataba como echaba de menos su vida en Salamanca, las calles bulliciosas, el comercio, y que cuando puede hace una escapadita para disfrutar de la ciudad.

Lo que está muy bien, pero que muy bien, es acercarse a lo atractivo de lo que no tienes habitualmente, en mi caso la tranquilidad de un pueblecito, desear el cambio por un momento, imaginarte otra vida y disfrutar de unos días de todo lo que no tienes en la tuya.

Espero escaparme de nuevo pronto.