Es una fecha escrita con tinta de sangre, humo y dolor. Pero ¿las jóvenes generaciones saben de qué hablo? La historia se remonta realmente al 5 de marzo de 1908, y su escenario fue la ciudad de Nueva York. Ese día conoce una huelga protagonizada por las mujeres trabajadoras que reclaman la igualdad salarial, la disminución de la jornada de trabajo a 10 horas y un tiempo para poder dar el pecho a sus hijos. ¡Qué osadía! ¡Qué temeridad! Pero ¿qué se creen esas desgraciadas? No ganan lo que se les paga, debió de pensar su empresario. Y asevero que pensó eso por la medida que adoptó. El asesino empresario quemó a más de un centenar de obreras en su fábrica, como repuesta a la osadía de reclamar esos "lujos".
Esa fecha ha sido en mi vida bastante importante. Siempre me mantuvo en una línea de alerta en relación a la situación de la mujer, en general y, más en particular, de la mujer trabajadora en la realidad social. Nunca he planteado la igualdad de la mujer como una lucha contra los hombres. Creo que somos iguales, pero diferentes. Y, reconociendo esa diferencia, hay que plantear la igualdad. Pero, el principio está en reconocer nuestra propia igualdad. ¿Por qué este dilema? Pues porque, a veces, cuando veo a las jóvenes actuales, siento que han perdido el norte, deben creer que su situación, la que disfrutamos las mujeres del primer mundo (en mayor o menor medida) viene de siempre. Y me dan pena, pues todavía queda por hacer.
Tan sólo media un siglo entre ese fatídico 5 de marzo y hoy, marzo de 2014. Reconozco que hemos avanzado mucho, sobre todo, desde mediados del siglo XX hasta hoy. Pero quiero recordar aquí la lucha de muchas mujeres que dejaron sus vidas por alcanzar el reconocimiento de la mujer como ciudadana de primera categoría. La mujer empezó a dejar de ser el reposo del guerrero. Y así se ha conseguido la igualdad ante la ley, no cabe duda.
La desigualdad hoy existe en el ámbito social y familiar. No puedo ignorar la desigualdad de la mujer trabajadora, no en la ley, sino en sus concretas relaciones laborales, cuando el empresario de turno desprecia el trabajo femenino pues paga menos salario; o el acoso sexual que en silencio han sufrido miles de obreras y que siguen padeciendo pues el sueldo es necesario para comer. Qué decir de la familia: encierra la grandeza pero también lo peor. Las cifras del maltrato a la mujer no dejan de crecer, los asesinatos porque "sólo es para mí" o "la he matado porque la quería" no dejan de amargarnos día sí y día también.
Falta una educación desde el hogar y en la escuela de respeto entre niños y niñas, chicos y chicas, hombres y mujeres. Ese es el camino, la mejor enseñanza es el ejemplo: si un hijo vive con unos padres que se respetan, será para él algo corriente, un trato natural. Hay conductas que no se imponen por ley, se viven y no hay otra manera de alcanzar ese mundo por el que muchas mujeres han dejado sus vidas.
Queda mucho camino por hacer: he hablado exclusivamente del primer mundo. Las mujeres del Sur merecen un capítulo para ellas solas. Sus vidas son tan dolorosas?
Muchas gracias, de corazón, a todas las mujeres que habéis entregado vuestra vida por nosotras, pues mi presente no sería tan feliz y pleno como es.
P.D.: El día de la mujer trabajadora se celebra el 8 de marzo, recordando que en tal fecha de 1857 obreras del textil salieron a las calles de Nueva York en protesta por las terribles condiciones en las que trabajaban.