Cuando el chiringuito se hundió, como no podía ser menos, ya había sucedido en Estados Unidos, en Irlanda, etc, pasamos del estupor a la indignación. Y en ese estado estamos todavía, pero sin asumir nuestras responsabilidades. La culpa es de los políticos y los banqueros que nos engañaron, la culpa es de un sistema que hay que destruir porque no es democrático, ni está al servicio del pueblo repiten los augures de la catástrofe y los profetas de un nuevo Estado del pueblo.
En España, como en cualquier otro país existen distintos tipos de corrupción, lo cual no significa que seamos el Estado más corrupto del mundo. En países europeos de nuestro entorno la corrupción en forma de favores de funcionarios y políticos es el doble que en España según estadísticas comunitarias.¿ Qué pasa para que el ciudadano piense que este país es enormemente corrupto?.
Desde mi punto de vista podemos hablar de varias razones, en primer lugar, la ira de los ciudadanos por una crisis económica, social y política que los está empobreciendo gracias a los recortes impulsados por el Gobierno.
Los recortes gubernamentales se han convertido en la excusa ciudadana para decir que todos los políticos son iguales y que "nos roban nuestro dinero".
En segundo lugar, efectivamente, se ha producido en los últimos tiempos un afloramiento escandaloso de casos de corrupción donde los negocios particulares han beneficiado a personajes públicos y han financiado a un partido político.
Estos casos de corrupción son muy graves y merecen no solo el reproche moral de la ciudadanía y el castigo de la justicia, sino que deben de servir para un cambio legislativo que de una mayor transparencia a la finanzas de los partidos y la propia administración pública. Sin embargo, eso no significa que tengamos que destruir todo el sistema político que repito nos dimos democráticamente.
En tercer lugar, como consecuencia del mencionado capitalismo de casino que se extendió durante 10 años, las cajas de ahorro enormemente politizadas se convirtieron en objeto de saqueo de sus directivos y de los constructores locales con contactos políticos.
Cuando se desvirtuó el objetivo social de las cajas de ahorro que consistía en apoyar las iniciativas locales y fomentar el desarrollo cultural y social de su entorno. Cuando se convirtieron en bancos con una expansión fuera de sus núcleos tradicionales y cuando pretendieron convertirse en la despensa de dinero de las Comunidades Autónomas, entonces al comienzo de la crisis el montaje se vino abajo ante el desconcierto de la ciudadanía que las consideraba obra suya. Fueron por lo tanto las cajas y los políticos que las controlaban los grandes responsables de la crisis financiera, y no los bancos propiamente dichos.
La rapacidad de sus directivos y los caciquismos políticos generaron un agujero cuyo coste impreciso todavía puede rondar los 60.000 millones de euros, bastante mas de los 40.000 millones que nos prestó la Unión Europea.