La mies es mucha, los segadores pocos

Preocupante la situación existente en España y preocupante la de nuestras diócesis. Lejos quedan aquellos tiempos en los que Salamanca era un hervidero de seminaristas. El Concilio Vaticano II que intentó hacer una Iglesia más abierta y actual, fue teniendo un efecto negativo, en la realidad, y se fueron vaciando los seminarios, los teologados, que, con el paso de los años, se han convertido en institutos de enseñanza o han desaparecido. Ahora caben todos los que son en un piso.

Uno se pregunta si aquella hegemonía obedecía a una verdadera vocación o eran simplemente las circunstancias, el modelo de sociedad que vivíamos. Lo cierto es que la Iglesia está atravesando una penuria vocacional, hasta el punto de ser un verdadero problema la asistencia religiosa a las comunidades.

No corren buenos tiempos para la vida religiosa. El sacerdocio no ha cambiado: sigue tenido el atractivo de la representación de Cristo en la tierra, del servicio a los demás. Probablemente los que sí han cambiado son los sacerdotes y en tiempos como los actuales, en los que todo se termina sabiendo, han supuesto y suponen una merma en el prestigio de la "profesión" más sublime. Con frecuencia, los sacerdotes que destacan lo hacen por su entrega a cuestiones sociales, que está muy bien, y sin embargo, no destacan tanto en su vida puramente religiosa. Se han integrado tanto en la vida social y en sus problemas ( que tienen que hacerlo ) que han olvidado un poquito, al menos, el aspecto que les distingue. El sacerdote es hombre, es persona y tiene que convivir, pero no puede olvidar el carisma de su misión, de su sacerdocio, que le tiene que distinguir y convertir en líder atractivo por lo que dice, por lo que hace y por cómo lo vive. El mensaje del evangelio es claro y sencillo, exento de retorcimientos teológicos. Predicar no es dar una clase de teología.

La Iglesia lleva cuarenta años de retraso para buscar solución al problema acuciante que hoy vive por la falta de vocaciones. Estoy seguro que si Jesús volviera hoy sería el más aperturista y no pondría problemas a nada. Quien está dispuesto a servir a los demás es válido, sea casado, viudo, mujer?

Mientras la Iglesia no sea capaz de superar esos prejuicios el problema se irá agrandando. Servidores de la palabra, simplemente, está muy bien, pero es un apaño. Hacen falta administradores de sacramentos, que relancen los que están más arrinconados y desprestigiados: el bautismo, la confirmación, la confesión, el matrimonio? La mies es mucha. No pongan tantos problemas y condiciones a los que quieran ser segadores.