En defensa de la vida

En el comienzo de este año nuevo pido un solo deseo a los Reyes Magos: la defensa de la vida en toda su integridad, desde el comienzo hasta su final. En este sentido, tenemos que cuidar y mucho a nuestros mayores.Por cierto que somos una de las Diócesis donde, proporcionalmente, más centenarios viven. Tenemos que cuidar a los más pobres y desprotegidos.Tenemos que prestar mucha atención a los enfermos crónicos. Y, sobre todo, tenemos que proteger a los niños y a los no-nacidos.

Seguro que continuará la polémica a propósito de la reforma de la ley del aborto. No entro en cuestiones técnicas o legales; tan solo quiero subrayar que en el tema del engendrado y no-nacido hay tres derechos en juego: el de la madre, el del "nasciturus" (el que va a nacer) y el del padre progenitor. Y, para un creyente, podemos hablar hasta de un cuarto derecho: el del Dios de la vida. No se trata de culpabilizar o penar a la madre, pero tampoco de castigar o penalizar al no-nacido. Consciente de que las circunstancias de embarazo de muchas mujeres, y de su maternidad, son muy complejas y dramáticas. Por eso, a los responsables sociales y, de puertas adentro, a nuestras comunidades, hago una pregunta: "¿Hemos hecho, y hacemos, todo lo posible para ayudar a las madres con problemas para que puedan traer a sus hijos a este mundo, que no es solo nuestro sino de Dios??

El papa Francisco, en este punto, ha hablado muy claro en su exhortación "La Alegría del Evangelio" (nn. 213-214): entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, y a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o «modernizaciones». No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero también es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza.

Ojalá este año que comienza sea, firme y decididamente, el de la defensa de la vida en todas sus modalidades y momentos. Así se lo pido a la Madre de la Vida, a la Nueva Eva, a Santa María de la Paz.