Una nueva arcada de desolación y asco, otra constatación de que este país se está convirtiendo en un hediondo vertedero moral, es el penúltimo portazo a la vergüenza al ver cómo la bovina mayoría de un Congreso de los Diputados a punto de hundirse en la deshonra, da carpetazo, escupe, desprecia, cierra a los ciudadanos españoles la posibilidad de que sus tribunales y sus jueces persigan horribles delitos de torturas, genocidio y asesinato, al negarles la capacidad de encausar a responsables no residentes en el país o a extranjeros por delitos de lesa humanidad, recuperando el unamuniano 'que inventen ellos' de renuncia, poquedad y miedo.
Ocioso será a estas alturas volver a lamentarse de las renuncias y traiciones que, desde hace más de dos años, un parlamento amoral y un gobierno estúpido han venido imponiendo a un país no más anteayer ejemplo y referencia de un cuidado y ejercicio envidiables de los derechos de ciudadanía, de la igualdad y de la Justicia. Porque episodios tan lamentables como el acoso y derribo practicados contra el juez Garzón, el comportamiento sectario para con Elpidio Silva o el radicalismo reaccionario, clerical, clasista, parcial y despectivo de todas y cada una de sus opiniones y, sobre todo, de sus imposiciones, anunciaban ya el escalofriante bofetón a la Justicia que significa la prohibición de ejercerla universalmente desde España.
Así que, para estos manoseadores electorales de víctimas, boyscouts de cigotos y cómplices-ocultadores del franquismo, no tiene ninguna importancia el interminable genocidio en el Tíbet, ni conmueven las matanzas en el Sáhara, con responsabilidades más que marginales de España, ni los asesinatos de refugiados iraníes o las responsabilidades de nazis en diferentes campos de concentración alemanes; ni es preciso siquiera pensar en la matanza despiadada y las torturas a miembros de Falung Gong en China, ni en los horribles pogromos, violaciones masivas, persecuciones, vejaciones, mutilaciones y matanzas de niños en Ruanda o la vergüenza mundial y las ruines complicidades en esa aberración moral llamada Guantánamo; y tampoco merecen ser perseguidas por tribunales españoles las prácticas salvajes mutiladoras, racistas y machistas de ciertas sectas religiosas, como tampoco el asesinato premeditado, vil, prepotente y chulesco de nuestro compatriota José Couso.
Todo porque una mayoría de diputados españoles, elegidos por los ciudadanos, encargados por la sociedad española para, entre otras cosas, hacerla respetable, y pagados generosamente con los impuestos de todos para velar por la altura de su ética pública y colectiva y por el contenido de su moralidad, han regresado a la molicie mental, al desinterés moral y al seguidismo miedoso y poltronero de la insignificancia. Otra vez, que inventen ellos.
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