¡No al acoso escolar!

Bajo este lema se ha presentado la pasada semana una campaña promovida por la Policía Nacional y apadrinada por un buen elenco de famosos, y que paradójicamente se difundirá a través de las redes sociales. Y digo paradójicamente porque el ciber-acoso, es decir el uso de las redes sociales para acosar a un individuo, es precisamente una de nuevas manifestaciones de este "deleznable juego" que por desgracia cuenta con demasiada tradición. Y es que, aún que existan nuevas maneras de practicarlo acorde a los tiempos, o nuevos términos para designarlo (también se utiliza el anglicismo bullying para designarlo), todos podríamos contar alguna experiencia cercana o incluso en primera persona (como acosados o acosadores) de este tipo de conducta si recordamos nuestro paso por el colegio o el instituto.

Ojalá esta campaña consiga ampliamente sus objetivos, pues ciertamente la mente de un adulto tiene la capacidad de vislumbrar los terrible efectos que tienen para la víctima este tipo de acoso, sin embargo los adultos no hemos tenido la capacidad de transmitir a los más pequeños estas terribles consecuencias, al menos hasta ahora.

¿Cómo podemos atajar este problema? Mi opinión al respecto se reduce al título de esta columna: saber ponerse "en la piel del otro". No hace mucho escuché a alguien decir que desde pequeños se deberíamos aprender un juego: "saber cómo se siente el otro, y el que no lo consigue pierde", pues bien, así es como creo que se debe educar desde la más tierna infancia para evitar este y seguramente muchos otros problemas.

Quiero creer que en la interacción entre acosador y acosado, el primero no es consciente de lo que ocasiona en el otro, por su inmadurez o muy probablemente porque no ha aprendido a ponerse en el lugar de él, a ser empático, capacidad que con suerte ganará con los años y que hará que el mismo comportamiento no siga siendo valorado como aceptable. Por eso el esfuerzo de esta campaña y de todos nosotros debe centrarse en la educación, para que el acoso deje de ser tan desgraciadamente habitual, y los que vienen detrás de nosotros hagan de esta sociedad una sociedad mejor. Eduquemos a nuestros hijos para reconocer el acoso, denunciarlo, por supuesto para no ser acosados ni acosadores, pero sobre todo esforcémonos para que tengan la capacidad de ponerse en la piel del otro.