Desde la Torre Mocha de la catedral de Salamanca, aireadas las ideas por la ciclogénesis explosiva, no es difícil entrar en el túnel del tiempo e imaginarse los primeros pasos de nuestra Universidad en el Claustro románico de la catedral. Andando el tiempo, la Universidad, que a duras penas escapaba de la presión de los paisanos y de los políticos apoyándose en el Papa, como si fuera un joven que se emancipa de la casa paterna pero sin dejar de ir a comer con la mamá, alquila provisionalmente unos locales cerca, ahí al lado y empieza una nueva familia intelectual, sin romper con la familia de origen, que es la Iglesia. Hay que esperar al siglo XIX para expulsar a la Teología de las aulas universitarias, con el consiguiente empobrecimiento para ambas partes, Estado e Iglesia, que los divorcios, por más necesarios o convenientes que puedan ser, siempre son costosos y benefician a las inmobiliarias, al nuevo poder emergente, el del capital.
El resultado es que la Teología, la reflexión racional sobre la fe religiosa, en el sistema educativo de España es cosa de bebés de Párvulos, niños de Escuela Primaria y adolescentes de Enseñanza Media. En la Universidad pública sólo se enseña Teología a los maestros, que van a enseñársela a los párvulos. Pero este residuo teológico universitario tiene los días contados en algunas regiones y nacionalidades españolas porque el número de alumnos matriculados en Religión en las escuelas de titularidad pública, sobre todo en Enseñanza Media se ha reducido mucho.
Ya se sabe que las estadísticas obran el milagro de que todos comamos medio pollo cuando en realidad yo me empapuzo y tú te quedas en ayunas. Así ocurre con la asignatura de Religión: en todas partes ha descendido el número de alumnos matriculados, en muchas regiones se mantiene como opción mayoritaria elegida por padres y alumnos y en Cataluña y en el País Vasco, en Enseñanza Media, en las escuelas de titularidad pública, no llega ni siquiera a la categoría de testimonial. ¿Qué tienen en común ambas regiones, aparte de ser españolas y que muchos de sus habitantes nieguen serlo? El nacionalismo, una nueva religión que ha sustituido al Evangelio en el alma y en el corazón de muchos catalanes y vascos. Otra nueva religión afecta a todos, también a vascos y catalanes: el culto al dios Dinero, cuyo fervor aumenta en tiempos de crisis. Y en medio de ambas tempestades la Iglesia, 'semper reformanda', siempre pecadora y necesitada de reforma permanente, como reza desde el siglo XIV un aforismo católico.