Un aroma, una frase, un color, una textura, una sensación, un sonido, una imagen se quedan grabadas en nuestra memoria durante años pero, nuestros recuerdos ¿son reales o ficticios? ¿Podemos fiarnos de ellos? o por el contrario, ¿son invento de nuestra mente? ¿Por qué recordamos ciertas cosas y otras no? ¿Por qué no podemos recordar más acontecimientos? Dice Martin Conway, director del Departamento de Psicología de City University de Londres, en una entrevista concedida a Eduard Punset para el programa de rtve Redes que "si tuviéramos que recordarlo todo, no podríamos hacer nada". Entonces? ¿Cómo fabricamos aquello que recordamos? ¿Cómo es posible que podamos ir construyendo poco a poco la memoria, los recuerdos de cosas que nos han pasado, de cosas que hemos visto a duras penas? ¿Quizá lo inventamos? Conway sostiene que lo real y lo ficticio se mezclan en nuestra mente para construir nuestros recuerdos y de paso nuestra identidad. Los recuerdos son a la vez falsos e hiperrealistas pero se corresponden con la experiencia de lo que somos.
Afirman los neurocientíficos que una gran laguna inunda los recuerdos de nuestra edad más temprana; no es hasta el cabo de unos seis años que acabamos de esculpir nuestro cerebro. Llegamos al mundo con un sinfín de neuronas interconectadas hasta el punto que al nacer nos sobran conexiones. Durante los primeros cinco años de vida estas conexiones se van reduciendo en número mediante una muerte programada de las neuronas. Las supervivientes serán las que sienten los cimientos de un sistema de recuerdos que sobrevivirá setenta u ochenta años. Tras los primeros seis años empezamos a consolidar nuestro lenguaje, a tomar conciencia de nosotros mismos y con ello, a construir recuerdos más fiables y duraderos.
Parece ser que parte de lo que recordamos es, en realidad, fruto de la invención propia y aunque quizá el recuerdo sea falso lo hayamos vestido de tal modo que no tenga nada que ver con lo que fue en realidad y esto lo hacemos sin darnos cuenta. Resulta fascinante, pues, la influencia de nuestro inconsciente incluso en aquello que somos incapaces de traer a la memoria. Muchas vivencias se pierden en nuestro olvido pero de un modo consciente.
Traigo estas reflexiones a mi memoria mientras observo el proyecto de Mónica Solar titulado "Candela" para el Espacio de Arte Experimental de la Hospedería Fonseca. Se trata de una escultura textil elaborada a partir de prendas recolectadas entre familiares y amigos. Un gran vestido para cinco personas que simboliza los cincos años de su etapa universitaria en Salamanca. En palabras de Solar, la obra responde a un particular homenaje que ha ofrecido a una mujer "que ya no está aquí" y cuyos ropajes, con el resto de telas, constituyen "una mezcla de colores, recuerdos, sensaciones y olores".
A lo largo de la historia, la naturaleza guarda la información en el adn de la células, el hombre almacena la información esculpiendo la piedra, codificando una cinta magnética o un disco laser. La red mundial de ordenadores guarda sus datos en la nube, los más innovadores soportes consisten en cristales, los microchips están próximos a superminiaturizarse al nivel cuántico, sin embargo aún no sabemos dónde el cerebro humano, el más sofisticado sistema de almacenamiento y procesamiento de información que conocemos, guarda nuestros recuerdos.
En este caso, los recuerdos de Mónica Solar se entretejen formando una manta de recuerdos, un patchwork artesanal trenzado con fragmentos de memorias. Los colores, tejidos y olores de las prendas de los antiguos propietarios constatan los recuerdos de Mónica estableciendo un vínculo, una conexión entre éstos y la artista. Dispuestos en semicírculo, estos cinco vestidos transmiten una sensación de abrigo y protección, como si amigos y familiares abrazaran su existencia. Reales o no, las cosas que recordamos contribuyen a construir nuestra identidad, nuestra biografía y al fin y al cabo a ser como somos. Mónica afirma que este proyecto "era simplemente una búsqueda de la identidad propia".
La instalación se completa con la serie de fotografías de las prendas utilizadas dispuestas en un curioso tendedero de recuerdos, sujetas con pinzas, como alfileres que parecen fijar las instantáneas al cerebro. Además, la muestra se completó con una curiosa performance en la que la propia artista y cuatro modelos más vistieron este conglomerado de más de doscientas prendas cortadas en dos. Accedieron por el portón del Palacio Fonseca y, en corro, fueron despojándose en orden del vestido que les correspondía colgándolo en cinco perchas pendidas del techo.
La propuesta de Mónica Solar resulta muy interesante, utilizando la tela como elemento de trabajo y generación de sensaciones, urde su sistema de recuerdos. Ahora, la pregunta es ¿de qué están hechos nuestros recuerdos? ¿Cómo tejeríamos nosotros nuestras memorias? ¿Qué material utilizaríamos?
Para mi madre, fiel lectora de todo cuanto escribo, que cuidó con tanto esmero y dedicación a mi abuela, aquejada de la enfermedad más dura, aquella que borra y destruye los recuerdos: Alzheimer.
