De un tiempo a esta parte, se observa un estado dicotómico en las personas, o están enfadadísimas con el mundo y consigo mismos o viven una vida próxima a los mundos de Yupi, en el mundo del "power flower"; pero, no hay término medio, no existe la mesura precisa para valorar las cosas en su justa medida.
Aquellos que muestran su enfado sólo buscan la culpabilidad de terceros a los que crucificar en la plaza pública, sin asumir que algo de responsabilidad podemos tener todos en las cosas que nos suceden, por más que, ciertamente, no estemos recogiendo lo que sembramos, o muy mal sembramos para recoger tanta cizaña. Pero es que, aquellos que viven en el mundo feliz, cada vez que les enfrentas a la realidad, les pides responsabilidades, exiges que cumplan su deber, les haces ver que el mundo es mucho más duro, más cruel, más ácimo y agrio que lo que ellos viven, como viejas melindrosas, se te ponen a llorar y a culparte por su llanto, arguyendo que les acosas, les inquieres.
Es cierto, que en el momento que vivimos, no se valora la solidez personal, intelectual o moral de las personas, ni siquiera se tiene en cuenta una trayectoria impoluta, coherente, certera y siempre recta de las personas, guiándonos, demasiadas veces, de la imagen, de lo que otros trasmiten, sin valorar que muchos de estos transmisores no son más que francotiradores cobardes e impostados muñecos del "pin, pan, pum" que no dan más de sí, pero que finalmente influyen en nuestra percepción, evidentemente errónea, del personaje.
Si lo que queremos es verdaderamente comenzar un cambio que nos otorgue una nueva senda por la que caminar, debemos de dejar de vivir en mundos inexistentes, en pensar que "todo el mundo es malo", para comenzar a tener claro que, este mundo, es el que es y lo que tenemos que hacer es esforzarnos por dejarlo un poco mejor, que cuando alguien nos critica no tiene por qué ser un canalla, que a lo mejor yo lo fui antes con él, que puede tener razón o, sencillamente, está errado y ninguna de esas circunstancias me tiene que hacer llorar en las esquinas cual plañidera mal cubierta.
Ya está bien de intentos de meter miedo, de mensajes con veneno entre sus líneas, de farsas, farfullas, mentiras y melindres, que los ciudadanos, todos los ciudadanos, lo estamos pasando mal y que saldremos de esto gracias, única, exclusiva y, seguramente, por nosotros mismos y no por falsos Mesías o inexistentes líderes de cartón piedra, "putillas y chaperines" de tres al cuarto con ínfulas de grandes damas pero que nacieron en los lodazales, que no vivimos en el mejor de los mundos, ni todos somos malos, sino en un mundo difícil porque difícil lo hemos hecho, y que nuestros hijos se merecen que cumplamos nuestra obligación y les dejemos algo un poco mejor.
Como diría un amigo mío, pero con menos glamour y efervescencia que él, que tengamos claro que tenemos que ir siempre adelante.