La semana pasada, la Consejería de Educación de la Junta ha propuesto una reducción significativa de plazas de docentes para el próximo curso. Nada menos que un total de 131 en toda Castilla y León. La previsión para Salamanca incluye la eliminación de 28 plazas entre maestros y profesores para el curso 2014/2015. La información que facilitan los medios de comunicación es que son ahora los sindicatos de enseñanza los que tienen la palabra. Se pueden presentar alegaciones hasta el 27 de enero. Tres días más tarde se celebrará una reunión en la Dirección Provincial de Educación donde se discutirán las alegaciones presentadas y la propuesta provisional del Gobierno regional. En caso de no acuerdo, habría un nuevo encuentro en Valladolid para el 7 o 10 de febrero. A partir de esta fecha, se haya consensuado o no un plan con los sindicatos, la Consejería publicará las modificaciones en el Boletín Oficial de Castilla y León. Como vemos, todo se solventa a golpe de decreto.
Llama la atención que esta propuesta provisional del gobierno regional se filtre directamente a la prensa y no a los afectados por estas decisiones puesto que la mayor parte de las plazas están ocupadas, al menos hablo de las plazas de profesores de Secundaria. Ni siquiera se avisa a los centros en donde estos educadores desempeñan cada día su labor. Parece ser que ya no somos dignos de ser informados de las decisiones tomadas por la administración que atañen directamente a nuestro trabajo, otro signo más del desprestigio social que tiene la profesión docente. No es bastante que tengamos que acatar una nueva ley de Educación redactada sin una sola consulta a los profesionales que estamos día a día en el aula palpando cuales son las verdaderas necesidades de nuestro sistema educativo para que aún se degrade más nuestra labor reducida a ser un simple número más dentro del entramado de la Administración educativa.
Desconozco qué criterios se han seguido a la hora de calcular estas nefastas previsiones pero desde luego ninguno que tenga que ver con la mejora y la calidad de la enseñanza pública. Los recortes en los programas educativos de apoyo y compensación, el aumento de las ratios y los horarios lectivos y, sobre todo, la disminución de profesores paralizan la mejora de la convivencia en las aulas aumentando la conflictividad y la violencia.
Es curioso ver cómo se nos exige a los profesores que desempeñemos labores que se escapan a nuestra especialidad didáctica como ejercer de tutores, detectar las necesidades educativas especiales de nuestros alumnos, tratar con padres que en muchos casos no tienen conciencia de sus responsabilidades y no les recuerdan a sus hijos sus obligaciones ni sus límites. Debemos también incrementar la motivación y el logro de nuestros alumnos, fomentar sus habilidades sociales, adiestrarlos en el desarrollo de sus capacidades, ser especialistas en el uso de las nuevas tecnologías, impartir enseñanza bilingüe y un largo etc. Desempeñamos tareas cada vez más complejas pero todo ello en aulas saturadas de alumnos por el aumento de la ratio, sin posibilidad de usar un cañón para proyectar imágenes o la utilización de cualquier otro medio digital porque sencillamente no hay recursos, con mayor número de horas lectivas, recortes salariales y empeoramiento de las condiciones laborales. Se nos pide ser poco menos que preceptores renacentistas pero sin la consideración y el reconocimiento que su labor llevaba aparejada en la antigüedad y sin ningún tipo de incentivo para desarrollar nuestra carrera profesional. Al menos merecemos unas leyes comprensivas que protejan nuestros derechos y nuestra seguridad. Después de pasar una dura oposición y probar ante un tribunal de lo que somos capaces y ratificarlo día a día con el trabajo realizado ante nuestros alumnos, con la ilusión y el empeño puesto en educar personas, no es de recibo enterarse por la prensa de la supresión de plazas en los departamentos didácticos de los IES en los que estamos destinados y de que pasamos así a una nueva categoría profesional: la de profesores con plaza suprimida. ¿Y ahora qué pasa? ¿Dónde continuaremos nuestro trabajo? Nadie parece tener claro cuál será la situación para el próximo curso.
Estaremos atentos a las negociaciones.