Por vosotros: No somos locos

Hoy se celebra la bendición de los animales en el Parque de San Francisco, como viene haciéndose desde aquellos años en que un capuchino, el padre David de la Calzada y un veterinario, Eleuterio Ferreira, recuperaran una tradición perdida para la ciudad. Aquellos hombres, soñadores como pocos, pioneros como ninguno, fueron más allá de lo que hasta el momento había supuesto esa costumbre: la de bendecir a los animales de granja y útiles para el trabajo y el campo, por la de hacerlo a los animales de compañía, esos pequeños compañeros de vida que pasan desapercibidos para quien no los conoce pero que salvan existencias con su mera presencia.

Se critica, creo que en ocasiones por desconocimiento, la humanización que de los animales se ha producido de un tiempo a esta parte. Y creo, que quizá antes de emitir una crítica hacia quienes probablemente, o seguro, humanizamos a nuestros compañeros de camino, deberíamos reflexionar sobre el porqué de dicha conducta. Vivimos en una sociedad que invita al desaliento, que rezuma violencia y conductas brutales de nuestros congéneres, donde la reciprocidad en los comportamientos resulta utópica y acabas por esconder tus sentimientos por temor al dolor que supone la entrega sin respuesta.

Somos humanos y estamos repletos de virtudes que parece costarnos compartir y este mundo (para qué engañarnos?los seres humanos) cada vez lo pone más difícil. En medio de este caótico panorama se asoma la luz de esos maravillosos seres que llevan por bandera la fidelidad, la bondad y el amor?y ¿quién puede resistirse a entregarse en cuerpo y alma a quién de ti todo lo espera porque todo te lo da? No somos locos que creemos ver en un perro, conejo o gato un bebé?somos personas rendidas a las virtudes de seres que jamás nos llevarán a la decepción, en los que siempre hallaremos inquietud por nuestros desvelos y compañía hasta el fin de nuestros días o de los suyos y eso, es una desgracia decirlo, es muchísimo más que lo que solemos, y en ocasiones podemos, esperar de las personas.

Y no vayamos a confundir las cosas: amar a los animales, cuidarlos, mimarlos, no significa no llevar a cabo la misma práctica con las personas. Mi experiencia me dice que quien se desvive por sus animales lo hace también por las personas, o al menos lo intenta, porque el amor, ya lo decía San Francisco de Asís, puede y debe procurarse a todas las criaturas.

Esta mañana iré, como cada año, acompañando a Teo y Ulises, perro y gato, hermanos ellos y mi familia, a compartir su día y recibir su bendición en ese parque que recuerda la naturaleza de la Creación (cada vez más devastada por los hombres) rodeada de otros familiares que, como yo, querrán compartir ese día con sus queridos compañeros. ¡Qué privilegio poder celebrar una fiesta tan inocente, tan noble, tan bonita en un mundo como el actual! Tanto, tanto nos dais que hasta en vuestro día nos regaláis la posibilidad de creer que la paz existe.

No puedo terminar sin dar las gracias a aquellos dos zamoranos que reanudaron una tradición que comparte y alegra el día a mucha gente y que con su ejemplo me enseñaron a amar a todas las criaturas. Padre David y abuelo: sé que hoy tenemos una cita: a las 12 en el Parque de San Francisco.