Fiesta

Al casi intolerable agobio publicitario y consumista de las fiestas navideñas, unido a la imposición obligatoria de ciertos horarios oficiales, turnos caprichosos, cierres arbitrarios, obstáculos de todo tipo y desfiles procesionales navideños de los que no es posible zafarse salvo yéndose u ocultándose (lo que sería otra imposición), se une en estos días de hipocresía e imitación a golpe de silbato, una suerte de falso sentimiento solidario que cristaliza en la sobreabundancia de actos caritativos y pseudo caritativos de toda clase de colectivos, agrupaciones, clubes y asociaciones, que aprovechan estas para ellos tan señaladas fechas, para mostrar una especie de buenismo solidario que, ay, dura sólo hasta primeros de enero.

Conciertos, representaciones, rastrillos y mercadillos, recogida de alimentos y de juguetes, concentraciones, torneos, bailes, charangas y mil y un actos en beneficio de 'los más necesitados', ocupan la cuota de indulgentismo navideño que, por comparación, muestra un desesperanzador desierto durante los otros trescientos cincuenta días del año. Salvando las incontestables excepciones de organizaciones y personas que realizan una labor permanente de voluntariado, solidaridad, ayuda y cooperación (trabajo que en la época navideña no destaca especialmente ni sale en los periódicos, tal vez porque no es ésa su intención), las lavadas de conciencia, los argumentos morales de bisutería, los narcisismos santurrones, la ética de quita y pon, las oportunidades para lucirse o las ocasiones para mostrarse se suceden y amontonan, sirviéndose del cada vez más artificial sentimiento fraternal navideño ?a mayor gloria de las plusvalías comerciales- para procurarse una notoriedad que, con la coartada caritativa, creen que será difícil cuestionar.

Al margen de que el ejercicio de la solidaridad, la ayuda al necesitado ?no sólo de comida y juguetes- y la búsqueda de la igualdad son temas en los que es precisa tenacidad, permanencia en el esfuerzo, planificación, racionalidad, insistencia en la búsqueda de soluciones y un afán lo más lejano posible de la caridad limosnera, muchos de los actos navideños pretendidamente solidarios albergan en su propia naturaleza el brochazo de la peor conmiseración y el color de la más pueril y soberbia hipocresía.

"Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual", canta Serrat en 'Fiesta' describiendo la falsa igualdad, con hora de caducidad, que hará que -en este caso no más allá del 7 de enero-, "vuelva el pobre a su pobreza, vuelva el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas".