Es sabido lo difícil que es acertar con un regalo en niños que tienen tantas cosas materiales. Muchos padres hemos oído narrar el desprecio y la poca ilusión ante un caro regalo recomendado por expertos jugueteros.
Por un lado están los que van a lo grande y caro, que difícilmente entra en la pequeña casa, por otro los de los juegos educativos que matan de aburrimiento al niño porque es más colegio y hay que hacer un máster para entenderlos y se hace necesario que jueguen los padres también, algo que no se da a menudo, pero son muy recomendados por los psicólogos.
Lo que no falla son los vídeo juegos, móviles nuevos cada año, etc. Lo poco que ocupan y el tiempo que le dedican pequeños y mayores, lo malo es cuando ya se especializan mucho y el padre que compite a nivel internacional ocupa una habitación con un simulador de fórmula uno que no deja al niño. Es un éxito este mundo electrónico que nos incomunica con el hijo que tengo al lado, la mujer o la madre y me mantiene al día con los lejanos. Qué cómodas aventuras cibernéticas donde no se suda, y los esfuerzos son livianos.
Los Magos de Oriente y Occidente dan tiempo de calidad con los niños. Es lo más apreciado por un niño el tiempo que pasa con sus padres jugando o haciendo tareas de la casa, del cole, deporte, viajes, etc. Los niños sorprendentemente se dulcifican, otra cosa pueden ser los adultos entre ellos.
Debemos priorizar en pareja los padres en estos días de Navidad y siempre, como homenaje a los niños. Las pequeñas o grandes disputas sobre el reparto de tareas, el color de las cortinas, la comida sana o incluso el sexo pueden ponderarse frente a la felicidad de tu hija.
Los Reyes son ellos, los niños. Algunos seguimos creyendo en la magia y en los sueños gracias a ellos, nuestros hijos y otros hijos que naciendo en otra cuna no han dispuesto de tantos juguetes, ni de tantos lapiceros, pero cuya sonrisa imborrable mantiene viva la esperanza que tenemos en nuestra propia familia.
Mi carta a los Reyes Magos pide más justicia y más compromiso por nuestra parte con aquellas personas mayores y niños que hacen que nos duela y avergüence nuestra propia felicidad.